La revolución ambiental
Cada uno, desde nuestro ámbito de responsabilidad, estamos obligados a ponernos las gafas de lejos y avanzar con paso firme en la dirección correcta
Nuestra vida ha cambiado. Lo ha hecho tanto que, incluso, a veces nos olvidamos de qué hacíamos en nuestro día a día antes de que el coronavirus apareciera en la primera plana de nuestra rutina. Un cambio que no ha afectado solamente a la humanidad: el medioambiente también ha sido testigo de ello y ha visto cómo, a lo largo de las últimas semanas, los niveles de contaminación atmosférica registraban mínimos en décadas y la naturaleza se abría paso en las calles por las que, hasta hace apenas unas semanas, transitábamos libremente las personas.
Una de las lecciones más evidentes de esta crisis se nos presenta en forma de certeza, de antídoto contra los escépticos y negacionistas: ya no hay duda del efecto acelerador de la acción humana en el cambio climático. Pero, en cierto modo, también es esperanzador: ahora, con 3.000 millones de personas confinadas a lo largo de todo el mundo, hemos podido aprender –de forma tangible– que, si tomamos conciencia del problema, también estaremos más cerca de ponerle solución.
Ya veníamos dando pasos en esta línea. La ciudadanía –que exigía cada vez más acción y menos palabras a gobiernos y empresas– estaba liderando una nueva etapa en el compromiso medioambiental, mucho más tangible y cercana a nuestro día a día. Los ciudadanos empezamos a cambiar comportamientos y modificar nuestros hábitos, siendo más conscientes del impacto de nuestra acción en nuestro entorno más cercano. Uno de ellos es el reciclaje, por el que de forma mayoritaria abogamos los ciudadanos cuando en nuestro día a día queremos contribuir al cuidado del medio ambiente, seguido de otras acciones como el ahorro de energía o del menor uso de las bolsas de plástico de un solo uso.
Tanto es así que, gracias a la suma de voluntades individuales, en 2019 los españoles demostramos que nuestro compromiso con el reciclaje cada año está más afianzado. Como consecuencia de ello, el año pasado depositamos un 8% más de envases en los contenedores amarillos y azules que en 2018. Un dato que no es aislado, ya que en los últimos 5 años ha crecido en más de un 32%. Este aumento del compromiso ciudadano, unido al de toda la sociedad, es lo que ha permitido que se reciclaran un total de 1.505.661 toneladas de envases de plástico, latas, briks, y de papel y cartón en nuestro país.
Con motivo del Día Internacional del Reciclaje, que se conmemora este domingo 17 de mayo, debemos celebrar que cada vez somos más lo que reciclamos –y que cada vez lo hacemos mejor– y sentirnos orgullosos al decir que el ecologismo doméstico ha entrado definitivamente en nuestras casas. La sensibilidad y cercanía que, como ciudadanos, ya teníamos hacia el medioambiente no solo está creciendo, sino que está mutando hacia un compromiso activo, enraizado en nuestro día a día. A eso me refiero con ecologismo doméstico: a una manera de ser, estar y comportarnos como ciudadanos que incorpora, casi de manera inconsciente, una posición y un compromiso medioambiental a nuestra rutina, ya sea comprando de manera responsable y lo más sostenible posible, o en nuestras casas, separando correctamente los residuos que generamos y depositándolos en su correspondiente contenedor para reciclarlos.
Desde Ecoembes, como organización medioambiental que coordina el reciclaje de envases en toda España, podemos asegurar que tras estos resultados hay un trabajo colectivo constante y muchas veces invisible. El que realizan a diario cada uno de los 8.131 ayuntamientos de toda España con los que trabajamos mano a mano para hacer posible que este servicio esencial que es la recogida de residuos y su posterior reciclado siga llegando a todos los ciudadanos de una manera cercana, efectiva, eficiente y cómoda. Un servicio que, por cierto, no ha parado incluso en esta época tan atípica que vivimos.
Gracias a esta labor colectiva, en 2019 se pudieron destinar 615 millones de euros a estas entidades locales para dotar de una amplia y eficiente red de 659.628 contenedores amarillos y azules y otros puntos de reciclaje en espacios donde el ciudadano pasa parte de su día, tales como oficinas, aeropuertos y centros educativos y de salud... En este sentido, es un orgullo comprobar cómo las administraciones, a todos sus niveles, se han convertido en un perfecto ejemplo de escucha, acercamiento y servicio a la sociedad.
Los ciudadanos estamos demostrando ser, una vez más y sobre todo en estos duros momentos, catalizadores de los grandes avances de nuestra era, marcando el camino pero sin renunciar a la inapelable responsabilidad colectiva de legar a los que vienen detrás un mundo mejor que el que nosotros disfrutamos. El consenso global en torno a la necesidad de un crecimiento económico basado en principios medioambientales es un paso al frente de enorme valor, pero es solo un paso. Se ha agotado el tiempo de las declaraciones de buenas intenciones y ahora toca pasar a la acción. Cada uno desde nuestro ámbito de responsabilidad, estamos obligados a ponernos las gafas de lejos y continuar andando con paso firme en la dirección correcta. No solo está en juego nuestro futuro inmediato; también será nuestra herencia y por ella seremos recordados.