Reír las gracias
PERMÍTAME QUE INSISTA ·
Digamos con educación lo que sea preciso, faltaría más, pero desde nuestra cara y a la caraAlgunos asuntos y no menores se nos están yendo de las manos. Nuestros abuelos habrían alucinado con internet y nosotros apostamos por devaluarlo otorgándole el ... peor de los cometidos. Las redes han devenido en un lodazal inundado de comentarios que solo se pueden contemplar pensando que quien los protagoniza está profundamente enfadado o absolutamente enfermo.
La indignación, en cualquier caso, no justifica el insulto, aunque la facilidad para vociferarlo vía móvil y mediante perfiles falsos sea total. La sencillez del proceso, unida a una evidente impunidad, nos lleva por mal camino. El cobarde anonimato gana terreno y nos está dañando profundamente. Carece de toda lógica que quien debata lo haga oculto, puesto que quien se esconde es por algo. El ladrón en la noche, el violador en los rellanos oscuros, el miserable tras un nombre falso. Digamos con educación lo que sea preciso, faltaría más, pero desde nuestra cara y a la cara. Por eso cada día celebro más a los columnistas de opinión de los diversos medios que rezuman, desde su particular atalaya, valentía y libertad. Además, suelen ser personas formadas a las que da gloria leer.
El insulto refleja ignorancia en quien lo profiere y borreguismo en los que corren a dar el 'like'. Sin esa tropa, el cobarde no existiría. Son el irresponsable ejército de un mundo virtual que hemos creado irreflexivamente y que se abre ante nosotros a un click. Con que facilidad y sencillez difundimos locura.
No es sencillo calificar el espectáculo que nos brindaron desde el Congreso de los Diputados el pasado jueves, cuando se intentaba convalidar el RD-l de la reforma laboral. Un documento que cambiaba mínimamente el texto impulsado por Mariano Rajoy y Fátima Báñez, pero que parecía no satisfacer a gran parte de la sociedad e indignaba especialmente a sectores profesionales a los que ninguneaba.
En cualquier caso y como es lógico, cada uno juega su partido incluso dentro del propio Gobierno, y la aprobación o no del texto podía acarrear serias consecuencias políticas. ¿Mostraría Yolanda Díaz debilidad no consiguiendo el apoyo de los independentistas y radicales? ¿Ganaría Sánchez la partida logrando el apoyo de Ciudadanos? Aunque indignara a los partidos a su izquierda que lo mantienen en Moncloa. ¿Perdería el presidente su cómodo estatus si no lograban convalidar el texto? ¿Qué iba a votar finalmente UPN?
Cuando parecía que teníamos algunas respuestas, surgieron todas las preguntas, que dijo el poeta. Y el problema, una vez más, lo trasladamos al mundo de las formas y no del fondo.
Parece ser –y doctores tiene el Congreso– que el diputado que presuntamente se equivocó de voto o que fue víctima de un fallo técnico, tenía todo el derecho a presentarse en el Parlamento y a enmendar ese error. Pero la presidenta de la institución (la señora que ostenta una de las mayores responsabilidades de nuestro sistema democrático parlamentario) decidió que no. Esa decisión, sin duda, se verá y traerá consecuencias.
Paralelamente, la jauría, que siempre es la misma, ya tenía carnaza para unas largas horas. Un diputado del PP ha votado sí. Cojamos el móvil. Da igual cómo ha sido, da igual exactamente todo. La verdad no te va a reventar un tuit. Y así, empieza un tiempo de intenso sufrimiento y enorme dolor para quienes son víctimas de la cacería. Un atentado contra la dignidad, cuyos protagonistas a poco logran recuperarse, viéndose obligados en inicio a cerrar sus cuentas en redes. A guardar silencio. A esconderse. Una vez más es la víctima quien desaparece mientras se consagra al maltratador virtual.
Desconozco cuántos perfiles falsos reivindican la necesidad de potenciar la salud mental en nuestro país mientras destrozan a navajadas escritas a quien gana un Festival (que nos guste o no tenía sus normas) o a quien protagoniza indeseadamente una votación del Congreso.
No está claro que un perfil falso sea un ejemplo de libertad, ni muchísimo menos. Y es evidente que seguirlos y jalearlos es responsabilidad de quien lo hace porque no cortando la cadena resulta tan bárbaro como quien la inicia. Los partidos radicales que tanto juegan en esa liga, promocionando ciertos perfiles, merecen capítulo aparte. Al final iba a llevar razón Rigoberta Bandini: censuramos imágenes en redes como la magnífica Libertad guiando al pueblo de Delacroix y, mientras, dejamos a los caníbales campar a sus anchas. Para hacérnoslo mirar.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión