¿Quién quiere engañarnos?
Parece absurdo negarse a ver la realidad y sin embargo es lo que está sucediendo con la Ley de violencia de género. Después de quince años de aplicación y de la ingente cantidad de recursos y medios que se han dedicado a ello, no han conseguido disminuir el número de víctimas. ¿Nadie se pregunta si protege verdaderamente a la mujer? Está descartado plantearse ningún otro motivo que no sea el machismo o situación de dominio que tiene el hombre sobre la mujer como causa de esta violencia. ¿No sería lógico plantearse si existen otros factores evidentes como la toxicomanía, drogodependencias, relaciones afectivas tóxicas y conflictivas, etc. sobre las que no se está actuando? Si no somos capaces de realizar un buen diagnóstico nunca podremos poner solución y, sin embargo, sus planteamientos se han convertido en dogmas de fe sobre los que no se puede discrepar. Esta ley además, pone de manifiesto un planteamiento retrógrado al considerar a la mujer, a priori, como el 'sexo débil', argumento utilizado antaño para restarnos libertades y que ahora se utiliza para crear una nueva desigualdad, esta vez para el hombre, que por el mero hecho de ser hombre pierde su presunción de inocencia y se convierte en maltratador. Y lo más grave de todo, el uso instrumental que se está haciendo de esta ley, con situaciones de abuso en forma de denuncias falsas por parte de muchas mujeres para conseguir ventajas en los procesos de familia. Llama la atención que siendo sentencias absolutorias o sobreseimientos el 57% de ellas, según los datos estadísticos del Consejo del Poder Judicial para el año 2018, nunca lleguen a ser investigadas.
Esta ley, que ningún otro país de nuestro entorno ha considerado necesario incorporar a su ordenamiento jurídico, supone crear un enfrentamiento entre sexos, que destruye la configuración antropológica del hombre y la mujer como complementarios, convirtiéndolos en enemigos, contaminando las relaciones afectivas, constituyendo un ataque a la familia, núcleo fundamental de cualquier sociedad libre, negándose a considerar que todas las víctimas de violencia en el ámbito familiar deben ser protegidas de igual forma. En realidad es otro instrumento de esta ingeniería social que pretende arrancar de nuestro espíritu esos sentimientos tan poderosos que proporcionan la patria, la familia y las tradiciones culturales y que nos dotan de unas raíces que hacen difícil ser individuos manipulables.
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María Isabel Campuzano es diputada de Vox en la Asamblea Regional.