El purgatorio
PERMÍTAME QUE INSISTA ·
A estas horas debemos ser conscientes de que España solo se vertebra por la común demanda de que abran los bares y la Lotería NacionalCuando más nos gustan los políticos, es cuando no hablan de política. La pasada semana, gobernantes y aspirantes, evitaron consagrar nuestro tiempo íntegramente a Paquirri y a su herencia; o a Maradona y a su '¿trayectoria política en defensa de lo justo?', y ello gracias al tinte teológico que añadieron a sus discursos. Nivelazo. Ya tocaba.
La cosa prometía, pero no. Esperando escuchar altísimas disquisiciones como las bizantinas sobre cuántos ángeles caben en la cabeza de un alfiler o si Adán y Eva tenían ombligo, nos tuvimos que conformar con un enfrentamiento entre paraísos e infiernos, eso sí, añadiéndoles en ambos casos el apellido fiscal. Y seguro que alguno se sentirá orgulloso de la 'boutade', que podría resultar ocurrente si no habláramos de algo tan determinante para nuestras vidas como son los impuestos.
Saquemos de la ecuación a los grandes teólogos y retornemos a este glorioso 2020. Es cierto que parece razonable que cualquier español, viva donde viva, tenga los mismos derechos y por tanto, siendo algo reduccionistas, los mismos impuestos en igualdad de ingresos. Pero la realidad es bien distinta. A estas horas ya debemos ser conscientes de que nuestra querida España solo está vertebrada por la común demanda de que abran los bares y por la Lotería Nacional. Hasta no hace mucho a esto se sumaba la Iglesia Católica, pero desgraciadamente ya hace años que nos faltan curas y las parroquias tienen horario reducido. Y también jugaba en esta liga la Casa Real, pero visto cómo está el patio, mejor ni mentarla.
Cuando entra el egoísmo por la puerta y se legisla o pretende legislar imponiéndolo, casi todas las virtudes salen por la ventana
Tenemos 17 modelos de casi todo. Y nos faltaba una pandemia para comprobar que ese español encaje, cuando menos, hay que revisarlo porque está cosido con hilvanes. Y que pese a una común historia, que existe y está ahí, los sastres actuales (algunos de nuestros políticos) cobran más y viven mejor, gracias a deshacer lo andado y a potenciar las diferencias.
El modelo autonómico del que nos dotamos cuando votamos la Constitución del 78 ha resultado enormemente útil y quien diga lo contrario miente o reinterpreta interesadamente nuestra historia reciente. Ahora bien, si estuviéramos en otras manos, merecería la pena repensar cómo libertad, solidaridad, equidad y justicia pueden y deben jugar en un mismo plano. Cuando entra el egoísmo por la puerta y se legisla o pretende legislar imponiéndolo, casi todas las virtudes salen por la ventana.
En realidad y mientras los expertos en fiscalidad nos explican si vivimos en una paraíso o en un infierno, lo que está claro es que atravesamos un purgatorio, casi semejante a aquel que describía Dante en la 'Divina Comedia'. Los de antes de la Logse recordarán ese dramático escenario que describía el italiano, en el que convivían la soberbia, la envidia, la ira, la pereza, la avaricia, la gula y la lujuria, siendo el pecado más grave la soberbia y el más leve la lujuria, o «amor que se excedía» (sic). No queda tan lejos el siglo XIV, ¿verdad? Las miserias humanas, las definamos de una u otra manera, siguen siendo exactamente las mismas.
El soberbio que considera que solo él y su moño llevan razón, aunque eso le lleve a contradecir a quien le sujeta el peinado. El envidioso que dice a Madrid: «Vale, tú habrás hecho los deberes, pero ahora te quito la merienda». El iracundo que grita en sede parlamentaria, insultándonos a todos. La política perezosa que defiende su zona de confort, no solo para no hacer nada evitándose enfrentamientos, sino para impedir que los demás lo hagan. El avaricioso que exige que se suban impuestos en otras autonomías, pero que a él no le toquen su 'hecho diferencial'. El glotón que se ha comido y bebido el dinero de los parados y ahora debiera reivindicar antiácidos o callarse. Y claro, quedan los lujuriosos, pero mejor vivir en un país en el que nos interese poco o nada la vida privada de los políticos, aunque algún macho alfa no nos lo ponga nada fácil.
Y por si podíamos redondear el misticismo, Errejón reivindicando vía Twitter la beatificación de Diego Amando Maradona.
Lo dicho, purgatorio 'for everybody'... con la que está cayendo.