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El psicólogo

ALGO QUE DECIR ·

Ya está aquí, entre nosotros y por fortuna, para consolarnos de nuestros fantasmas más temibles, y va a quedarse porque nos hace mucha falta

Miércoles, 9 de noviembre 2022, 01:00

No creo que haya una profesión con más interés y actualidad que este nuevo sacerdocio por donde vienen pasando, por donde venimos pasando desde hace ... unos años, la mayor parte de nosotros. Los problemas de la escuela, nuestras relaciones con los padres, los conflictos sentimentales, las dificultades varias, el sexo, el amor, el dinero, la familia, la verdad y la mentira, el triunfo y el fracaso, las pasiones ocultas, los fracasos inconfesables, los pecados vergonzantes, las viejas obsesiones, las decepciones actuales, las desilusiones de siempre, la amistad, la familia, la alegría y el descontento, lo pasado y lo presente, nuestras insatisfacciones externas y nuestras frustraciones internas, el cielo y el infierno, la extrema delgadez y la gordura más humillantes, los defectos corporales, las taras del alma, lo visible y lo invisible, todo lo que nos duele, nos acongoja, nos entristece, nos consterna y nos atribula, todo lo que no nos gusta de nosotros porque tampoco le gusta a nadie es posible ahora enmendarlo, curarlo, mejorarlo y aliviarlo. Y es que ha llegado a nuestras vidas el psicólogo. En realidad, hace muchos años que llegó y ahora ya no podríamos pasar sin su ayuda y su consulta para cualquier cosa que pudiera hacernos falta, porque somos muy tímidos, porque nuestros hijos no aprueban en la escuela, porque nuestras últimas relaciones sentimentales han sido un puro desastre, porque no pasamos del metro sesenta o porque pasamos de los noventa kilos, porque nuestros padres no acertaron a crearnos con una combinación genética óptima y llegamos al mundo con los ojos oscuros, con el pelo negro, con el sexo corto, con los pechos y el culo caídos, con las manos sin gracia, porque nacimos con frenillo en la lengua, con las orejas generosas, con el alma perseguida por un cisma y nos fuimos apartando lentamente de los otros, nos hicimos un hueco en el habitáculo de la soledad, nunca levantamos la voz, nunca impusimos nuestro criterio, nunca nos permitimos ser los protagonistas del cotarro ni abordar a la más guapa de la fiesta ni aspirar a la nota más alta, al trabajo mejor remunerado, a la casa de ensueño, porque nunca creímos que pudiéramos merecer otra cosa que la modestia y un segundo plano, así que no le dimos un patadón a la pelota, no la llevamos durante unos cuantos metros, no driblamos a los contrarios, a los delanteros, a los medios y a los defensas y no chutamos desde el área grande y metimos un gol de antología.

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