Polémicas y olvidos del Nobel
La no concesión del galardón en Química a nuestro paisano y colega Francis Mojica ha causado una gran decepción
Desde su promulgación inicial, los premios Nobel de índole científica han mantenido inalterable su prestigio universal, basado en el reconocimiento unánime de los méritos objetivos que suelen adornar la figura de los laureados. Sin embargo, ya desde su origen, los Nobel se han visto envueltos en agrias polémicas relativas a la idoneidad de los elegidos y, especialmente, a importantes olvidos de dudosa justificación. Una polémica ahora reavivada, tras la profunda decepción provocada por la no concesión del galardón en Química a nuestro paisano y colega Francis Mojica el descubridor del sistema CRISPR-Cas, hallazgo reconocido por la academia sueca en su faceta aplicada como instrumento de edición génica.
Haciendo un poco de historia, recordemos que la tormenta ya estalló con el primer Nobel en Medicina, otorgado en 1901 al microbiólogo E. von Behring, por su demostración de la presencia en el suero sanguíneo de sustancias capaces de reaccionar y neutralizar de modo específico toxinas segregadas por bacterias infecciosas (tétanos, difteria). Una aportación que sentó las bases de la inmunización mediante sueroterapia. Inexplicablemente, fue excluido del galardón el científico japonés S. Kitasato, quien había sido el primero en obtener el bacilo del tétanos en cultivo puro y realizó junto a Von Behring el desarrollo de suero antitetánico. Las razones de este injustificado olvido, como otros que han jalonado el devenir de los Nobel, permanecen en la oscuridad.
Ocurre que los procedimientos que regulan el funcionamiento de la elección son desconocidos. De entrada, nadie puede postularse por sí mismo al premio, sino que los candidatos deben ser presentados y avalados por relevantes instituciones y academias. Los distintos comités parecen actuar con total independencia y no trascienden ni los criterios fijados ni los argumentos utilizados en las deliberaciones. Un problema crucial y repetitivo reside en establecer la verdadera autoría intelectual de un descubrimiento, teniendo en cuenta que la figura del científico genial está en extinción, y que sobre una misma investigación esencial compiten varios equipos multidisciplinares de distintos países. Un ejemplo llamativo tuvo lugar en 1989 con la elección en Medicina de H. Varmus y J. M. Bishop por su contribución en el campo de los virus oncogénicos, responsables de ciertos tumores. De inmediato, el francés D. Stéhelin reclamó su derecho a compartir el galardón, argumentando haber sido el iniciador de la línea y el autor de los experimentos esenciales, durante su estancia en el laboratorio de los premiados. El agresivo debate suscitado en la prensa científica no modificó la posición de la academia sueca que, hasta donde yo sé, jamás ha reconocido un error ni rectificado una decisión.
Ocurre que los procedimientos que regulan el funcionamiento de la elección son desconocidos
Resaltar por último la señorial y elegante actitud de Mojica, al aceptar la decisión y celebrar que haya recibido tan alto reconocimiento aquel hijo suyo, engendrado con enorme esfuerzo y trabajo, al que entonces se le hizo tan poco caso. No obstante, este desaire nos deja una gran frustración a los que hemos seguido de cerca la aventura CRISPR, y conocemos el talento y la capacidad de Mojica, que sin duda se lo merecía –tengan en cuenta que Mojica es el único español galardonado con el premio Albany de Medicina, con prestigio similar al Nobel, aunque tenga menos escaparate–. Además, nos confirma el penoso estado de la ciencia española y su falta de respaldo entre nuestros mediocres gobernantes, enfrascados en sus irresponsables peleas barriobajeras, mientras la pandemia de Covid sigue fuera de control. Claro que el problema proviene del nefasto, ruinoso e inoperante modelo taifal del Estado, que en situaciones límite como la presente manifiesta su incompetencia y graves defectos. Pero esa sí que es otra historia que, lamentablemente, parece no tener remedio.