En el tren de la amnistía
Apuntes desde la Bastilla ·
Empiezo a pensar, Inés, que esto, España, ya no tiene soluciónQué falso es el dicho de que el tiempo pone a cada uno en su sitio. Lo pensé el martes pasado, a trescientos kilómetros por ... hora, de camino a Madrid, mientras miraba por el rabillo del ojo a la persona que tenía al lado. Era Inés Arrimadas, intentando mantener cierta discreción, curioseando un libro, dejándose llevar por el paisaje cambiante de Despeñaperros. Una ciudadana más que aspiró a ser la Ciudadana de España. Quise decirle muchas cosas, pero apenas me atreví, porque no me gusta acosar a los personajes públicos. Le hubiese confesado, con el corazón en la mano, que no me parece justo que el tipo al que se enfrentó en 2017, el mismo que quiso tumbar el orden constitucional y nuestro Estado democrático, ahora esté en Bruselas recibiendo las caricias en la espalda de toda una vicepresidenta del Gobierno, alfombrado y triunfante. No lo es, Inés, claro que no lo es. Que en aquellos días tristes millones de catalanes y españoles se sintieron solos y vieron en ti no una salvación, sino la continuidad de la legalidad, las raíces de la cordura democrática. Una mujer valiente, lo más parecido que hemos tenido los españoles a una Marianne contra el separatismo. No es racional, Inés, que seis años después tú viajes, en un día tormentoso, a mi lado, y el señor Puigdemont marque los destinos de nuestro país.
Dirán ustedes que la señora Arrimadas se equivocó. Por supuesto. Yo mismo abandoné el barco de Ciudadanos hace tiempo, antes de convertirme en un náufrago. Pero la desaparición del partido marca un hito en la exigencia democrática de España. No hay formación política más castigada en nuestra historia. Sus tropiezos han sido condenados con la pena capital. Otras siglas pueden tener un pasado delictivo propio de un asesino en serie y sacar pecho. Los hay que practicaron el terrorismo de Estado. Otros mintieron ante el mayor atentado de la historia, con los muertos aún frescos. Sus militantes pueden incluso haber pertenecido a un grupo terrorista. Y enorgullecerse de ello. El electorado de España lo aguanta todo: golpes de Estado, robos a manos llenas, pago de prostitutas con dinero público, cuentas en Suiza y en Andorra. Pero, ¡ay del partido que osó plantar cara al nacionalismo en Cataluña y hablar por primera vez de la igualdad entre españoles!
En esas estamos Inés, que esquivas mi mirada y finges concentrarte en tu móvil. El gobierno que nació de una moción de censura contra «la corrupción sistemática del PP» ha terminado abrazando a un prófugo de la Justicia para sobrevivir. Lo mágico de esta España amnésica e interesada reside en que millones de españoles que ahora se mesan los cabellos y fingen estupor ante lo que está por venir, hace algo más de un mes propiciaron con su voto este ejercicio supremo de funambulismo hipócrita.
Así se va completando la rueda de intereses creados. Porque no se engañen, queridos lectores que me ven intentando sacarle una conversación a Inés. No se engañen. El Gobierno llegará hasta donde tenga que llegar con tal de afianzar cuatro años más de poder. No hay red. Es el sino de Pedro Sánchez. La idiosincrasia de un PSOE que nadie dice reconocer pero que gana músculo con cada bravuconada contra la separación de poderes. Sánchez se ha vestido con una toga mesiánica y va haciendo milagros cada vez más difíciles de explicar. Ya hemos normalizado que se indultara a los que intentaron cargarse nuestra democracia, que se cambiara el Código Penal a voluntad de los delincuentes, y ahora quieren, a través de sesudas reflexiones, que nos demos cuenta de que la amnistía, en realidad, es un ejercicio de justicia y de solidaridad.
Suenan las trompetas de la amnistía, Inés, y me gustaría amnistiar este momento también. Los dos las oímos ya anocheciendo, a la altura de Ciudad Real. Sé que piensas que en seis años el PSOE no ha creído conveniente pulsar ese botón, que hay cientos de declaraciones de miembros del partido, desde concejales, pasando por ministros hasta el propio Sánchez, que despreciaban ese atropello a la justicia y a la historia. Pero es que hablamos del hombre que ha vencido a las hemerotecas. En unos meses, los dos veremos a Puigdemont paseando por la Castellana, a Sánchez en La Moncloa y tú y yo seguiremos inmovilizados a la altura de Toledo, con Madrid en la distancia, la línea cortada, tan lejos del mundo, de una explicación ya no política de lo que está ocurriendo, sino moral, algo que nos consuele ante la decrepitud institucional, del todo vale con tal de gobernar, de que pasamos del escándalo a la normalidad a golpe de radicalización, con una oposición inoperante, porque empiezo a pensar, Inés, que esto, España, este tren, ya no tiene solución, y que llegaremos tarde a muchos sitios, a la igualdad entre españoles, a la justicia territorial, a Atocha, y que más que enfado ya siento amargura.
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