Tonto el que lo lea

Apuntes desde la Bastilla ·

La sociedad ya ha asumido que el PSOE puede dar la mano al diablo. Ya ha masticado todo el cianuro posible y este se ha convertido en azúcar

Leo que un diputado puede ganar hasta 100.000 euros al año. Tómese su tiempo, querido lector. Tenemos toda esta columna para comprobarlo. Cuente los ... ceros con detenimiento. Saboree ese regusto amargo que dejan las cifras elevadas pagadas con sueldo público y que disfrutan otros. Ahora vuelva a la primera línea y dedique el tiempo correspondiente para asegurarse de que son seis ceros. Solo en este momento, pregúntese, sin demasiado ácido en la pausa, cuántos años de trabajo emplearía en reunir ese sueldo. Tal vez tres o cuatro. Sospecho que alguno más. No se haga demasiado daño. Los representantes de los ciudadanos deben de tener un estipendio elevado. No pretendo vestirme de Robespierre. Lo creo sinceramente. En este instante, una vez que ha asumido esa cantidad en una cuenta corriente ajena, lea la noticia de que el Congreso de los Diputados ha aprobado, por unanimidad, rebajar y condonar penas a terroristas etarras. Si aún tiene fuerzas, siga a mi lado, yo escribiendo y usted leyendo esta columna.

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Esta semana la política española ya ha consumado su viaje sin retorno a los abismos de la moral. En esta barca guiada por Caronte, hay diferentes pasajes, por supuesto. Algunos diputados muestran con orgullo su voto. Otros se lamentan, sin dejarse ver mucho, para que los aires de indignación pasen pronto y no les pille el huracán. Pero al fin y al cabo, a derechas e izquierdas, desde Galicia, Madrid, Murcia, Andalucía y Cataluña, todos, desde el primero hasta el último, desde el catedrático al que solo tiene un grado en psicología, todos ocupan asiento en esa barcaza que surca la Estigia.

Probablemente ninguna acción de la oposición pueda sintetizar mejor su inoperancia de los últimos años como el hecho de votar a favor del beneficio penitenciario para terroristas. Feijóo pidió disculpas y habló de un error. A mí me gusta ser riguroso con las palabras. Veamos. Según la RAE, el error es «la acción desacertada o equivocada». En el error, por tanto, hay implícita una buena voluntad que no termina de culminarse. Uno puede equivocarse al tirar un penalti, al elegir la respuesta correcta en un test, al tomar una línea de metro diferente a la que deseaba. Sospecho que los 171 diputados que suman el PP, Vox y UPN no se han confundido al unísono de botón en dicha votación. Sería un caso único en la historia. Un baile de San Vito multitudinario. Tal vez las palabras de Feijóo no nos ayuden a representar con fidelidad la realidad.

Probemos con 'negligencia'. Volvamos a la RAE y fiémonos de los sabios de nuestra lengua. La define como «falta de cuidado o de aplicación». Esta me gusta mucho más. Se ajusta como un guante de cuero a la piel de los hechos. Verá usted, la oposición al Gobierno votó con total libertad y alegría una disposición que no se habían leído y que firmaron por escrito haber leído. He ahí la negligencia, la omisión completa del trabajo asignado. ¿Quién no ha hecho trampas alguna vez? ¿Quién no ha jurado, en su juventud, frente al profesor, que había leído el capítulo del libro requerido? Son hechos que pueden suceder. Los diputados leen mucho durante el día: los periódicos, las redes sociales... lo de esta semana no ha sido más que un simple pecadillo, pensarán sus señorías. Lo que sucede es que en breve veremos a uno de los asesinos de Miguel Ángel Blanco en la calle, con las manos en las bolsillos, sonriente y dispuesto a vivir, porque la libertad en este país ya cambió de bando. Le llaman memoria democrática, y las víctimas de ETA no tienen derecho a ella.

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No solo ha sido el PP. Ahí está Vox, convertido en la comparsa que muchos auguramos desde el primer día. Un partido que prometía cambiar la derecha y ha acabado como un chiste viralizado en miles de teléfonos móviles. Ellos, a pesar de los 100.000 euros (no vuelva a contar los ceros, por favor), tampoco leen lo que juran haber leído.

Y como en el infierno hay círculos, me fijo en última instancia en esos diputados socialistas, conscientes del engaño, de la brutalidad del gesto de pasar una enmienda que excarcela a etarras para atornillar la silla de Sánchez un mes más en la Moncloa. La sociedad ya ha asumido que el PSOE puede dar la mano al diablo. Ya ha masticado todo el cianuro posible y este se ha convertido en azúcar. Durante esta semana, he hablado con amigos que han votado al PP y Vox en las últimas elecciones. Estaban desolados, enfadados. Defraudados por unos partidos que no son alternativa, incapaces de detener la decadencia del país. Sin embargo, en los amigos socialistas no he encontrado ni un ápice de rabia, de espanto ante la idea de ver a Txapote tomándose una caña, mientras Miguel Ángel Blanco ya es un punto indefinido de nuestra memoria. Ante ese estado del alma, qué más dan los ceros que haya detrás del uno.

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