Los pechos de Eva (Amaral)
Apuntes desde la Bastilla ·
En este país se conjugan astros, hipérboles e hipocresías a la carta. Todo es materia ideologizable y, por lo tanto, contaminadaLos pechos de Amaral me devolvieron a la adolescencia. No me refiero a ningún rincón erótico de mi memoria, por supuesto, sino al dulce recuerdo ... de mis diecisiete años escuchando 'Moriría por vos', tumbado en la cama, incomprendido del mundo, como «un robinson en una isla desierta». Amaral era una liberación para aquel Pepe de instituto. Había encontrado un grupo de música que entendía, abrumado por la superioridad musical inglesa. Había versos de sus canciones que me repetía motivado minutos antes de quedar con una chica. «Soy el invierno contra tu primavera», por ejemplo, frase que siempre he querido decir, pero que se moría en mis labios porque me han faltado agallas para ser como Eva (Amaral). Cuántas veces he soñado con una mirada furtiva tras una copa de vino, y decirle con la sonrisa mojada a la chica de enfrente que «no tengo planes más allá de esta cena». O las veces que quise los ojos verdes de Nicolas Cage para pasar junto a ella, la que fuera, cambiante y siempre la misma, «nuestro último día en la Tierra».
Amaral ha formado parte de mi geografía personal, por eso para mí la primera noticia con la que amanecí ese día de la liberación pezonil fue que seguían vivos. Les había perdido la pista, imbuido ya en otras modas, en otras décadas (siempre peores que la de la adolescencia), en otros grupos de música. Me he cruzado durante todo este tiempo con Amaral de casualidad, en bares oscuros que empezaban a encender sus luces finales, en verbenas de pueblos extremeños que se multiplican en verano, en noches de viernes de fracaso, sin salir de casa, sin ventanas que mirar, sin películas que ver, cuando el tarareo de un acorde cruzaba mi memoria. Casi la inexistencia, como una ropa mil veces usada y ya perdida en el armario. Por eso me sentí muy contento cuando abrí el ordenador y vi en plenitud de forma a Eva (Amaral), con Aguirre en un discreto segundo plano pero con sonrisa picarona.
Superada la sorpresa por la resurrección, me fijé en la polémica que había generado ese desnudo maternal, en los ilusionantes manifiestos en pos de la libertad de la mujer, la lucha contra la opresión, la guerrilla contra los inquisidores y demás cruzadas contra la España de ayer, que se quiere hacer presente hoy en día como los últimos coletazos de una agonía. No encontré anatemas escandalosos, sin embargo, que pidieran pudor a la cantante. Si criticas por la inoportunidad del momento, o más bien por su anacronismo. Como ponerse a correr delante de los grises cincuenta años después de la muerte de Franco. Algunos relacionaron la exhibición griega con el lanzamiento de un nuevo disco, con el olvido de los últimos años y la caída en el abismo de la lista de ventas. Que Dios perdone a aquellos que piensan que Eva (Amaral) ha utilizado su cuerpo para sacar rédito en tiempos oscuros de anonimato.
La cuestión me queda grande y se mezcla con mi yo sentimental. Han pasado milenios y aún seguimos hablando de los pechos de una Eva, del pecado de la carne y de los Adanes que miran maliciosos el cuerpo de la mujer como una caja de Pandora, bello por fuera, tenebroso por dentro. Pero ya no estamos en ese punto. Quizá el hecho de mostrar los senos delante de un público extasiado de música no sea un acto tan heroico en esta España de 2023. A lo mejor lo heroico fue lo de Susana Estrada, enseñar sus pechos en febrero del 78, meses antes de que los españoles tuviésemos Constitución. Algunos podrán decir con malicia que a España llegaron antes las tetas de la Estrada que la democracia.
Me confunde la cuestión y sufro al caer en arenas movedizas. Este fan de Amaral que escribe considera que lo valiente hoy sería jugar a la Marianne francesa en otra localización geográfica, donde las mujeres son perseguidas, atacadas, silenciadas y vejadas por los hombres, a causa de la naturaleza de su cuerpo. Me preocupa saber qué es liberador y qué no en estos términos. El trozo de carne que enseñó Channel el año pasado en Eurovisión fue síntoma de esclavitud sexual y juego cómplice con el patriarcado, según el Ministerio de Igualdad. La teta de plástico gigante de la Bandini, sin embargo, sí fue purificadora. Plástico y veracidad, ¡qué debate tan peligroso!
En este país se conjugan astros, hipérboles e hipocresías a la carta. Todo es materia ideologizable, y por lo tanto, contaminada. Los tiempos dictan que enseñar los pechos es progresismo, pero solamente si la que se quita el sostén o el biquini ha pasado por un escáner censor de la izquierda. «Mi cuerpo es mío, y yo decido», dicen. Lo que callan es que hasta para eso hay privilegiadas.
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