'Oppenheimer' y el fuego robado a los dioses
Apuntes desde la Bastilla ·
La bomba atómica no ayudó a traer un mundo mejor, sino un estado de excepción permanente en el que los países se amenazan en cada pulso del corazónEste verano nuclear nos ha traído un nuevo debate a la España de bañador y aire acondicionado. Da igual que en la nación no haya ... Gobierno, que los cargos nobles de la administración, saboreando una interinidad salpicada por bazares marroquíes y playas lanzaroteñas, se pasen agosto mercadeando los trozos que le faltan al país por disputarse. El sí y el no, la margarita deshojada, Constitución atomizada hasta el punto de fusión, a voluntad de los isótopos periféricos, partidos desmembrándose en una reacción en cadena, sin retorno, dejando tras de sí una nube tóxica de eres y vivaespaña con afonía.
Con esta perspectiva entré al cine a ver 'Oppenheimer', con la dualidad de la crítica resonando en mi cabeza. ¿Hagiografía o penitencia? ¿Baño de multitudes de la cultura americana o cilicio por los pecados pasados? A mí me gusta Nolan hasta cuando sus películas son tan complicadas que necesitas a un físico al lado para apuntarme detalles, como un asesor político. Fueron tres horas de cosmovisión, de terrores nocturnos contemplando las estrellas, de futuros apocalípticos (que para nosotros ya son pasado y presente), de carreras armamentísticas en las que se formaba el mundo que habitamos hoy. 'Oppenheimer' no es una mera película histórica, sino un aliciente moral que viene a inundar las tertulias estivales sobre los límites de un Estado para conseguir sus objetivos. Un Maquiavelo con sombrero y pipa.
Amargo momento para la Humanidad, pero prefiero que el ladrón ígneo fuese americano que soviético o nazi
Dicho así suena grandilocuente. Bueno, me permitirán. La bomba atómica lo fue mucho más. Y con consecuencias funestas. Coincide en el tiempo, en esta sincronía caprichosa del mes de agosto, que las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki se lanzaron durante estos días de 1945. El seis y el nueve de agosto, otro verano tórrido en el Pacífico, con una Europa destruida y cavando zanjas para instalar el Telón de Acero. Eran malos tiempos para el mundo, y el 'Enola Gay' solo empeoró la situación. El avión que transportó las cargas atómicas alumbró un mundo que seguiría estando en guerra, entre el comunismo y el occidente democrático.
Sin embargo, a raíz de la obra de Nolan, se abre un debate interesante, como siempre, manchado por el presentismo con el que habitamos y que apenas nos deja respirar en cada conversación histórica. ¿Es Oppenheimer un héroe o un villano? ¿Se puede culpar al físico estadounidense de las doscientas mil víctimas directas o indirectas que se abrasaron tras la explosión del hongo nuclear? ¿Existe la candidez del científico que elucubra todas las ecuaciones durante años sin sospechar que el resultado final será un cráter de desolación sobre la Humanidad?
Son respuestas complejas, por supuesto. Y probablemente no tengan solución. El mundo en 1941 no era el mismo de hoy, aunque muchos se empeñen en crear un espejo de semejanzas entre la oscuridad de aquellos días y la superficialidad de este. Hitler mataba a un millón de judíos al año, destruía todas las ciudades europeas a golpe de Panzers y en los laboratorios secretos se pensaba ya en un ama capaz de acortar la guerra hasta el punto de un solo botón. La energía nuclear. Lo vieron Einstein y Szilárd en su carta a Roosevelt, cuando le instaron a darse prisa por una necesidad mucho más humana que la bondad y la paz: destruir al hombre que quiere destruir el mundo. Ese fue el punto inicial de la bomba atómica, una carrera frenética que contó con las mejores mentes del planeta puestas al servicio de la industria armamentística. No eran tiempos de flores en la cabeza y de encadenarse a las farolas del Congreso. Discúlpenme, pero la Humanidad estaba en peligro y millones de muertos sostienen esta afirmación.
Y aquí el reverso de la moral. ¿Por qué emplear la bomba atómica si Alemania ya se había rendido (para quien se creó el arma nuclear) y Japón estaba acorralada? He leído muchas opiniones estos días sobre el tema. Algunos hablan de mal necesario, de la imposibilidad por idiosincracia de los japoneses de rendirse, de ahorro de costo humano (la guerra es, sobre todo, estadística) y de instrumento disuasorio para evitar otros Hitlers. En el otro extremo, escucho argumentos que invocan al genocidio japonés, que comparan a Truman con Hitler (nunca con Stalin, oye) y que culpan a Estados Unidos de ser el principio de una época marcada por la locura y la guerra total.
La bomba atómica no ayudó a traer un mundo mejor, sino un estado de excepción permanente en el que los países se amenazan en cada pulso del corazón. Pero Oppenheimer sabía que si la primera bomba atómica no llevaba la bandera americana pintada en la chapa, se pintaría con otros colores. Era cuestión de tiempo. Él eligió ser el destructor de mundos. El Prometeo que le robase el fuego a los dioses para dárselo a los hombres. Amargo momento para la Humanidad, pero prefiero que el ladrón ígneo fuese americano que soviético o nazi. Esa sí es la cuestión nuclear.
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