'Forever young'

Apuntes desde la Bastilla ·

Somos una generación con varios títulos universitarios, pero con grandes carencias emocionales

He visto 'Los años nuevos' de Sorogoyen y casi me siento culpable por estar casado, tener una hipoteca y esperar un hijo con 35 años. ... La vida no va tan rápido, escucho decir a muchos amigos cuando nos vemos tomando una cerveza, repasando nuestra trayectoria. La estabilidad está sobrevalorada, desde luego, y algunos se han quedado a vivir en la veintena, con sus excesos y segundas oportunidades. A mí, y no lo lamento, hace tiempo que no hay que buscarme los viernes por la noche en las discotecas. Tras la segunda copa de vino vuelvo a casa portando una derrota feliz, desprendiendo ese olor de clase media que espantaba a Juan Mayorga y que a mí me huele a perfume caro.

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'Los años nuevos' es una serie original. Cada episodio se desarrolla entre el 31 de diciembre y el 1 de enero, pero de distinto año. Cuenta las relaciones de un chico y una chica que se conocen casualmente en un bar. A partir de ahí se sucede una montaña rusa de idas y venidas propias de los amores atormentados. Se conocen con treinta y finaliza la ficción cuando acaban de cumplir los cuarenta. Yo me siento, más o menos, como un Dante que está en la mitad del camino, aunque bien es cierto que si Sorogoyen se hubiese fijado en mi historia, apenas le hubiese dado para un corto. Su trama sería algo así como la sombra de un hombre que se recoge los viernes temprano para ver una película. Ni banda sonora.

He seguido la trama con apasionamiento, pero también como si estuviese viendo un documental etnográfico de una tribu amazónica. No he conseguido reconocerme en ninguna de las acciones de esta pareja, y no porque no sea realista, sino porque pertenece a un mundo que no es el mío. Y no pretendo parecer presuntuoso. Cada uno carga con sus cruces y la mía es la vejez anticipada. Todo consiste en la incapacidad que desprende buena parte de mi generación de aceptar los años. Suena grave, y lo es. Somos la quinta del 'forever young', de las segundas, terceras y cuartas oportunidades, de creer que las decisiones malas no nos pesarán, de pensar la vida como si no cumpliésemos años. Ahí tenemos, por ejemplo, a esta curiosa pareja de la serie, drogándose como adolescentes con 34 años en Berlín, como si nunca hubiesen salido de Malasaña, como el chico de provincias que viaja Ámsterdam por primera vez y le da una calada a un porro en el Barrio Rojo.

La estabilidad está sobrevalorada, desde luego, y algunos se han quedado a vivir en la veintena

Los enamorados de Sorogoyen representan a parte de la población. Hablo de la historia de amor, no del producto televisivo, que considero notable. A la pareja le falta heroicidad, porque la épica del amor hay que buscarla en el día a día, y no en las noches de fuegos artificiales. En mi análisis le diagnosticoó varias carencias. La primera de ellas es la poca capacidad de resistencia, el no saber convivir con la monotonía y aspirar a la novedad en cada paso. Porque la relaciones conyugales crecen con el silencio al otro lado del sofá, roto solo por los bostezos; saber que la base del amor no se encuentra en la fogosidad de los primeros años, sino en la ternura de las pequeñas cosas, en las caricias cotidianas, en las pequeñas declaraciones de guerra que se apagan con una sonrisa.

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También observo falta de sacrificio. El compromiso no significa aguantar a toda costa, pero sí aprender a convivir con hechos que nos molestan y conseguir dominarlos. La pareja de la serie busca constantemente la solución en terceras personas, esos paraísos que duran una noche pero que hieren de por vida una relación. En este sentido, pienso con ironía que la calle está llena de gente que no sabe tomar sus propias decisiones. Y bien que lo agradecen los abogados y los psicólogos.

No toda la culpa la tiene mi generación. Nos hemos visto acorralados por una problemática que no es nueva en España, pero que se acentúa estos últimos años. Una de ellas es la precariedad laboral. La mayoría de mi cuadrilla se ha ido a vivir fuera del país una temporada ante la falta de perspectiva. Somos una generación con varios títulos universitarios, pero con grandes carencias emocionales. Tampoco es fácil acceder a una vivienda digna, algo que la serie, de entre todos los comentarios políticos que hace, obvia, porque la pareja tiene inquietudes políticas, claro, pero las olvida a partir de 2018.

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No miro al pasado de mis padres con excesiva romantización, pero uno siente vértigo al descubrir que mis progenitores, con mi edad, ya tenían dos hijos, llevaban varias cuotas de la hipoteca pagadas y sus viajes no tenían como destino una discoteca okupa de Berlín donde meterse éxtasis. Tal vez eso signifique ser un carca, aspirar a la tranquilidad de un salario provechoso, de una vivienda digna, un trabajo, una mujer, hijos y planear viajes de verano por la Toscana. Y los viernes noche experimentar la vida interesante de los demás al otro lado de la pantalla.

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