Doce hombres sin piedad
No será fácil acusar a todo un jurado popular de fascismo, de machista, de reaccionario o sionista. No será fácil, pero sucederá
Qué ilusión me haría ser seleccionado para formar parte de un jurado popular. Ahí están los anhelos de mi infancia, cuando veía en las películas ... a esos tipos tan serios, detrás de un estrado, mirando como los emperadores a los pobres cristianos, con su vida en sus manos. Esos hombres y mujeres luego se marchaban a casa, hacían la comida, bebían vodka, amaban a sus parejas y educaban a sus hijos, pero antes habían impartido justicia en nombre del estado de Alabama, o de Wisconsin. Conciencia tranquila. Así se gestan las democracias occidentales.
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Me pregunto qué estarán haciendo ahora mismo los futuros ciudadanos que determinarán si Begoña Gómez es inocente o culpable. Por la mirilla de este artículo los veo llevando el coche al mecánico, regando las plantas, paseando al perro, sin saber que serán ungidos con tal responsabilidad, que sus nombres saldrán en todos los periódicos, que se hablará de ellos durante meses en los programas de televisión, que los telepredicadores anunciarán sus últimos cuatro votos en las elecciones generales, que explotarán hasta el desmayo esa foto que circula en las redes sociales en una corrida de toros, o en un mitin de Ábalos, cuando este era feminista y salía en las fotos.
La imagen es tan nítida que casi la toco con los dedos. Sus vidas dejarán de ser privadas y se harán públicas. Saldrán a la palestra y se convertirán en tertulia de bar, en análisis ignorante y descarnado de plató de televisión, con la ligereza de los argumentos prefabricados y emitidos para quedar en la sesera del pueblo. El pueblo, esa masa ingente que sirve para tapar errores y que casi nadie sabe qué es exactamente. Ese pueblo limpio e inocente, que nunca se equivoca, ahora tiene la difícil tarea de nombrar a los hechos por su nombre, de salvar el honor de una mujer que solamente quiso ganarse la vida con sus negocios o hundir el prestigio de una mediocre que ha medrado gracias al trabajo de su marido. Serán ellos los que lo decidan. El pueblo, doce hombres sin piedra. Doce hombres y mujeres sin piedad, para ser paritarios y homenajear a la película.
Cuesta entender que una persona sin título universitario pueda acceder a dirigir una cátedra en una universidad pública
Algunos me tacharán de frívolo, pero me perdonarán, por supuesto, por alargar un poco la comedia en la que nos hemos convertido en los últimos años. Muchos atacaban a la Justicia por servir a las fuerzas del fascismo. Los jueces, decían, cumplían un papel inconmensurable en esta batalla cultural para derribar al gobierno. Ponen las togas al servicio de las malas artes. Les vale todo. Dios mío, qué horror de Poder Judicial tenemos en este país. Se atreven con lo más sagrado que tiene un ser humano. La familia, sin el tono que le aplicaría Vito Corleone en este caso. Hermano, mujer, fiscal general, ex número dos, ex-ex número dos. Y un largo etcétera de elefantes caminando descontrolados por la habitación.
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No será fácil desde distintos altavoces acusar a todo un jurado popular de fascismo, de machista, de reaccionario o incluso de sionista, ya que nos esforzamos. No será fácil, pero sucederá. Porque en este país la verdad ya quedó dinamitada por los intereses ideológicos, porque ya vendimos la poca moral que nos quedaba para apuntar a los nuestros en el poder, sea cual sea la institución, sea cual sea el nombre. El caso Gómez es tan transparente que los propios 'mails' de la asesora sirven para catalogar el caso de inmoral, independientemente de que sea o no delito.
A este humilde articulista aún le cuesta entender que una persona sin título universitario pueda acceder a dirigir una cátedra en una universidad pública, que a esa misma persona le abran las puertas empresas del Ibex y que pueda patentar un 'software' que utiliza la propia institución. Es un misterio para mí, y producirá un debate judicial apasionadísimo. Pero moralmente esto tiene un nombre, por mucho que queramos, adoremos y alabemos a su marido.
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Les deseo lo mejor del mundo a los futuros miembros de ese jurado popular, que aguanten la presión. No me quiero ni imaginar lo que sufrirán, cuando toda la maquinaria del Estado caiga sobre ellos. Ya ha sucedido en otros casos. Lo hizo Cristóbal Montoro cuando mandaba en Hacienda y también el tándem formado por Sánchez-García Ortiz para destruir a Ayuso a través de su pareja. Les sugiero que salgan poco de su casa. Que se dejen ver lo justo. Que cancelen sus redes sociales. Les animo a ver 'Doce hombres sin piedad'. Al menos, atestiguarán que este país ya ha superado a la ficción.
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