Pendientes de Italia
Las reformas educativas tienen que implicar reformas también en la sociedad y en cómo nos enfrentamos al mundo del trabajo
En la noche que escribo, los sindicatos andan preparando los bártulos para ir a ver a la ministra para discutir su última proposición, la educación por turnos. Propuesta dada en una entrevista pública que ha sido objeto de un progresivo debate en la sociedad italiana. Veremos cómo resulta la reunión de los sindicatos y la ministra Azzolini en Italia, porque la solución que allí se tome parece que también se adoptará aquí, dado que la medida está cortada por el mismo patrón, dictada por asesores que leen los mismos 'papers' y que tienen parecidas necesidades, aunque con diferencias, dado que la estructura escolar es diferente. Nosotros no tenemos diferencia entre la media (10/11-13/14 años) y el liceo (13/14-18/19), por lo que las soluciones tendrán que se adaptadas a nuestra Infantil, Primaria pasando por la Secundaria para llegar al Bachillerato.
Ahora bien, parece claro, por supuesto, que cuanto mayor es la edad del alumnado más posibilidades de aplicar una educación semipresencial o en días alternos; cuanto menor es, más problemas ofrece. No podemos olvidar que la escuela, a día de hoy, no es solo un centro de enseñanza, como debiera, sino también ejerce como vector de conciliación laboral. Los centros con sus comedores y actividades extra-escolares delimitan una jornada educativa que para algunos niños comenzaba a las 8 de la mañana en el aula canguro y terminaba en ocasiones a las 4 o 5 de la tarde, tras las actividades extra-escolares, cuando sus padres salían del trabajo para recogerlos. Ser conscientes de esta situación implica pensar que las reformas educativas tienen que traer consigo reformas también en la sociedad y en cómo nos enfrentamos al mundo del trabajo, y me da que esto implica que la ministra de Trabajo se encuentre más de una vez con la de Educación. El coronavirus nos va a obligar a responder a cuestiones que estaban sobre la mesa, pero no queríamos ver.
En la discusión italiana, como han puesto de manifiesto los profesores y sindicalistas, la solución propuesta difiere en cuanto a la edad del alumnado. No cabe, por lógica, aplicar soluciones iguales a edades diferentes; cuanto mayor es el alumnado mayor independencia, cuanto menor es, mayor necesidad de socialización a través de la escuela. Todo ello sin olvidar que habrá que adoptar medidas para arbitrar que la situación resultante no traiga consigo un aumento de las tasas de fracaso, antes bien deberemos luchar porque la escuela vuelva a ser motor de ascenso.
El coronavirus nos va a obligar a responder a cuestiones que estaban sobre la mesa, pero no queríamos ver
No voy a negar que en algún caso soluciones parecidas se han aplicado en circunstancias especiales, obras en una escuela que impiden el empleo de la infraestructura a las mismas horas, teniendo que dividir en turnos de mañana y tarde a los alumnos, como fue el caso de algunos institutos de Lorca durante su reconstrucción tras el terremoto, o como creo que ha sucedido en algún colegio durante un periodo de tiempo pequeño, en algún caso un año escolar.
Nuestro problema es que no sabemos cuándo tendremos una vacuna o un fármaco y por el momento desconocemos el gradiente de contagio de los niños y esto plantea problemas en la sociedad española. Tras la crisis de 2008, de un lado nos encontramos con que la relación intergeneracional –abuelos– ha aumentado con lo que no podemos convertir a estos en los motores de la conciliación; del otro, tenemos plantillas de profesores envejecidas que, en muchos casos, entran dentro de la población de riesgo, situación que nos lleva a la necesidad de rejuvenecer las mismas aumentándolas sin perder derechos y sin cambiar el sistema de selección del profesorado mientras aumentamos las infraestructuras, no tanto por si esto dura sino para mejorar nuestro futuro, porque una pandemia global no puede ser una oportunidad de negocio a costa de la educación pública.