Al pelo
PARALELO 37 ·
Aburrida, miedosa, clásica; llámenme como quieran, pero hasta el final de mis días me negaré a un tijeretazo¿Esa eres tú?», me pregunta sorprendida una amiga al verme en Instagram bajando en rápel un cañón de la Sierra de Guara. Sí, mía ... es la diminuta figura de casco negro, pantalón corto azul y camiseta blanca a la que le rebotan en la cabeza cascadas de agua ruidosa y helada. También soy yo la que se escapa a la selva y sortea remolinos río abajo. Y la que se ha prometido llegar a la Antártida y cruzar a vela el Atlántico. Los que me quieren dicen que soy valiente; según para qué porque para muchas cosas soy una cagada.
A una moto de esas enormes no me vuelvo a subir ni borracha; ya lo hice un día de hace mucho para ir desde Barcelona a una playa cercana y casi muero de un infarto y con las uñas rotas de clavárselas en la espalda a Martín cada vez que aceleraba. Me dan miedo las montañas rusas, el dentista y los trenes fantasma. También bañarme de noche en el mar, las brujas, los murciélagos y las cucarachas, aunque lo que siento hacia estos asquerosos insectos más que terror es asco. Y cortarme el pelo no vaya a ser que me pase como a Sansón, capaz de despedazar a un león con las manos y matar a mil enemigos con la quijada de un asno hasta que los filisteos, alentados por la traidora Dalila, le raparon la cabeza al cero y sus fuerzas se esfumaron. Centímetro arriba, centímetro abajo llevo la misma melena ni sé los años. Aburrida, miedosa, clásica; llámenme como quieran, pero hasta el final de mis días me negaré a un tijeretazo. Además el pelo corto me queda fatal y no lo digo sin conocimiento de causa: me baso en la regla de las 2,25 pulgadas de John Frida para quien el ángulo del hueso de la mandíbula determina el largo más adecuado. Siguiendo las instrucciones de este famoso estilista británico, el sábado pasado coloqué el lápiz debajo de mi barbilla en horizontal, la regla debajo de la oreja, en vertical, y los más de 5,5 centímetros de intersección resultantes demostraron que lo mío, sin ningún género de duda, es el pelo largo. Hagan la prueba no vaya a ser que sin saberlo vivan con el aspecto equivocado y todavía estén a tiempo de remediarlo.
«Lo más temible es la muerte porque es el fin», sentenció el sabio Aristóteles. Y ustedes, ¿tienen miedo a palmarla? Yo no y los difuntos tampoco me imponen, a la luz del día, claro; ayer estuve en el cementerio visitando a los míos que ya no están y todo fue bien hasta que empezó a anochecer y les confieso que salí pitando.
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