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MI PATRIOTISMO

Nada tan patriótico como estudiar, como ser el mejor en el trabajo de cada uno y aprender lo que nuestro pasado enseña

Lunes, 6 de mayo 2019, 22:01

Llevo semanas recibiendo lecciones de patriotismo de políticos que no me las pueden dar. La razón es sencilla: el patriotismo es cuantificable, aparece contabilizado por días en la Vida Laboral, expedida por la Seguridad Social. Es una forma de medir el patriotismo imperfecta ya que muchos no pueden cotizar, de hecho mucha gente no puede trabajar y no por ello son menos patriotas. También hay muchas mujeres que han trabajado toda su vida tanto o más que yo y nunca les ha sido reconocido por esta sociedad machista que considera que el trabajo en el hogar no es trabajo. Nadie les puede hablar de patriotismo a ellas, que han construido este país en un silencio estruendoso. En realidad, mi patriotismo se mide no tanto en los días que he trabajado como en lo que he cotizado. Mis impuestos son mi patriotismo y pago impuestos desde que tenía 18 años, y nada me satisface más que poder decir que mi patriotismo paga carreteras, colegios y subsidios. Mi patriotismo es lo que le doy a Hacienda para que mis hijos vivan en el país que sueño y aspiro a hacerles entender que sus impuestos mantendrán un país que no se conserva agitando banderitas o colgándolas en el balcón: este país se mantiene pagando impuestos.

No tanta gente me puede dar lecciones de historia de mi país y menos de mi región, disculpen la soberbia, pero es así. En esa historia he encontrado los desmanes que se han podido llegar a hacer por sostener banderas y patrias que no eran más que excusas, patrias de ficción, imperios sostenidos en sangre, ideas de nacionalismos románticos que mueren en Breda o Luzón, un país exhausto, miserable y analfabeto que da su vida por nobles y reyes distantes. No, amigos, esa idea de patria no es la mía en 2019. Tal vez lo fuese en 1600, pero no hoy. Hoy mi patria son mis vecinos, los amigos de mis hijos, las piedras que han quedado en pie, los paisajes por los que transcurre mi vida, mi tierra y mis amigos. Lo otro, las guerras, emperadores y obispos son la historia, que también amo, pero la historia no es más que un componente de esa idea tan difícil de encajar que es la patria, y nunca, nunca, la defensa de la historia debe primar sobre las personas.

Hay algo furioso en este artículo y es que estoy harto de que piensen que soy imbécil, que todos somos imbéciles. La patria como excusa, como pretexto es una abominación. Recurrir a la patria para generar el miedo al otro es repulsiva. Se ha utilizado mi patria para que mi gente odie a los que vienen de otros sitios. Miro al Ejército de mi patria y veo ecuatorianos, bolivianos y colombianos que van a luchar por mí en desiertos remotos. Veo a los ancianos de la mano de marroquíes y venezolanos, veo a mis compatriotas de otros países cuidando a mis mayores para que yo pueda contribuir a la riqueza de mi patria. Veo los campos llenos de agricultores que doblan la espalda para que la industria de mi país florezca. Y veo a un tipo que nunca ha cotizado diciendo que los inmigrantes son malos. Ese tío no es español porque la España de 2019 será amor, concordia, trabajo, futuro y diálogo o no será. En mi patria no caben las armas. Las llevan los cuerpos de seguridad del Estado, lo sé porque las paga mi patriotismo. No soporto que se quiera corromper mi patria llenándola de pistolas como en Estados Unidos, no soporto la agitación de conflictos inexistentes para lograr cargos lucrativos en la Administración.

Me quiere dar lecciones de patriotismo uno que no tiene vida laboral, es decir, que no ha contabilizado un solo día de patriotismo. Este país se construye con hechos, con trabajo y esfuerzo, no intentando chulear a la administración con subvenciones y corruptelas. Este país se alimenta de la solidaridad de los verdaderos patriotas que nunca hablamos de patriotismo, que no llevamos banderas porque no las necesitamos y que no agitamos pasados gloriosos: los estudiamos, los analizamos y buscamos la forma de extraer sus lecciones para que el futuro sea próspero para la patria, y esa prosperidad incluye la paz. Los que venden esa extraña idea de patria que se basa en la paella y los toros necesitan de gente que no lea mucho, que no genere demasiadas dudas ni preguntas y yo os digo que nada tan patriótico como estudiar, como ser el mejor en el trabajo de cada uno y aprender lo que nuestro pasado enseña.

Era el 3 de julio de 2010. España le ganaba la semifinal del Mundial de Sudáfrica a Paraguay y yo salí a cenar con algunos amigos. Pasamos por la Plaza Circular y una multitud se bañaba en la fuente. Nosotros éramos tipos serios, no estaba en el guion que acabásemos dentro, pero ocurrió. La euforia era tal que nos contagiamos de aquel mar de banderas y cánticos. En aquella fiesta improvisada todos eran latinoamericanos. Hombres y niños llevaban camisetas de la selección, banderas y copas del mundo de plástico. No soy futbolero, pero aquello fue emocionante, era la patria de colores. Hoy veo con tristeza cómo unos señoritos dignos de 'Los santos inocentes' quieren imponer una patria de cartón piedra. Van listos.

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