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¡Cómo está el patio!

Las formas políticas actuales que exigen elegir un bando, una idea reductora o una simplificación tendenciosa estorban e impiden el progreso

Miércoles, 26 de agosto 2020, 02:20

Somos únicos para elegir a conciencia el peor momento para enredarnos en disputas inútiles, en desacreditar el sistema y en tumbar la convivencia. Si nos lo proponemos somos capaces de liarnos a gorrazos en la ocasión menos propicia. No nos basta con el desastre sanitario, económico y social y nos lanzamos a desacreditar lo que nos ha permitido muchos años de paz, estabilidad y bienestar. Destruir lo construido con esfuerzo y compromiso es una tarea muy española, pero no hay que olvidar que de las cenizas tiene que ser levantado un nuevo país. ¿Cuál? ¿Alguien lo sabe? ¿Una nueva república? ¿Una república de repúblicas? ¿Una dictadura del proletariado? ¿Una dictadura nacionalcatólica? Y este cambio... ¿Quién lo va a provocar? Todos los partidos que nos han gobernado, y los que nos gobernarán, y sus líderes (estatales, autonómicos o municipales) han demostrado con creces su pasión por el extravío, la degeneración democrática y el escándalo.

¿De verdad somos todos tan torpes como para creer que personajes en busca de su ambición nos van traer un nuevo amanecer? Por regla general, cuando un político se declara monárquico yo me convierto en republicano y cuando se declara republicano inmediatamente soy monárquico. De mi propia experiencia destaco que en España, quitando unos pocos ideológicamente convencidos, hay el mismo número de monárquicos que de republicanos, es decir, casi ninguno. Porque, al final, lo único que queremos es una administración correcta y rigurosa, limpia y sencilla. Que haya un rey o un presidente nos importa un carajo siempre que no haya privilegios, prebendas, inmunidad ni favor. Somos solidarios, trabajadores, indulgentes y miramos el futuro con esperanza y preocupación. Pero, ojo, todo tiene un límite, si el sistema crea pobreza, desamparo, desocupación, dificultades y destrucción, entonces debemos expresarlo con determinación y claridad porque, quieran o no, el poder es nuestro. No se rían.

El renacido Chaves Nogales decía en el prólogo de 'A sangre y fuego' algo con lo que nos sentimos identificados la mayoría, creo, «antifascista y antirrevolucionario por temperamento, me negaba sistemáticamente a creer en la virtud salutífera de las grandes conmociones y aguardaba trabajando, confiado en el curso fatal de las leyes de la evolución. Todo revolucionario, con el debido respeto, me ha parecido siempre algo tan pernicioso como cualquier reaccionario». Las formas políticas actuales que exigen elegir un bando, una idea reductora o una simplificación tendenciosa me parece que estorban e impiden el progreso, como si la ocupación del poder obligara a desarrollar, exclusivamente, un proyecto para devotos militantes y no, como debería de ser, para todos los españoles.

Da grima ver los combates dialécticos de unos y otros sin ofrecer soluciones que trasciendan a su propia opinión

La política tiene la tendencia insensata de hablar por todos, grandes colectivos ensacados, para justificar el apetito de poder de unos pocos. Da grima ver los combates dialécticos de unos y otros sin ofrecer soluciones que trasciendan a su propia opinión. Se aplauden con tanto fervor que más parecen forofos que diputados que representan a sus circunscripciones electorales. Observar al presidente del Gobierno, durante el confinamiento, dar el parte de guerra todas las semanas, curva por aquí y curva por allá, me resultó excesivo, lúgubre y necio, como si necesitáramos que alguien preclaro nos explicara el desastre que estábamos viviendo. Yo me pregunto para quién habla ese buen hombre. ¿A qué pueblo dirige o se dirige?

Las cosas están feas, el batacazo económico ha sido de órdago y todavía queda mucho por sufrir. La clase media, que sustenta el esfuerzo impositivo, está temblando, los autónomos y pequeños empresarios que mantienen el empleo, el sistema productivo y la esperanza de la recuperación no ven claro hacia dónde se dirigen los fondos y las ayudas europeas. Los mayores rezan en sus residencias para que no les fulmine una nueva plaga. Los jóvenes no saben qué hacer con su periodo de vacaciones ni con su actitud culpable. Los fumadores volvemos al cuarto de baño, a fumar a escondidas, porque nuestras miasmas matan. Las playas se llenan como si previéramos un otoño espinoso. Aquí el único inteligente parece ser el Emérito que, según dicen, se ha bajado al moro huyendo de la quema y de su propia desvergüenza.

El mes de septiembre ya está aquí y no estamos preparados para lo que pueda pasar, tanto en el terreno sanitario como en el económico, pero como somos un pueblo optimista sabemos que peores nos han venido y que seremos capaces de salir adelante si la política no nos complica las cosas.

Feliz final de verano, protéjanse y protejan a los suyos.

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