Algo que decir

Judas está entre nosotros

Aprendí que en ocasiones los malos no se ven a simple vista y aquellos de los que tan mal nos hablaron, resultan oro molío a la postre

Miércoles, 19 de noviembre 2025, 01:08

Lo que define verdaderamente a este mito judeocristiano es que su protagonista puede estar en cualquier parte, no siempre es nuestro enemigo, ni un hombre, ... a veces es una mujer y se halla muy cerca de nosotros, en el trabajo, junto a ese sofá donde nos sentamos cada día desde aquella primera vez en que llegamos al instituto y elegimos un lugar para nosotros hasta convertirlo en una querencia inolvidable, y ahora nos vamos y nos dejamos el sofá, el instituto y a ese judas que bien podría ser una compañera, o dos, como ya tenemos una edad y peinamos canas, tampoco es que nos haya sorprendido tanto, quizás porque sospechábamos que nos andaban cerca, pues la envidia es una enfermedad terrible, afea los rostros angelicales, afila los rasgos de la cara, hunde los ojos y saca lo más horrible de nuestro interior hasta deformar y convertir a esas chicas (¿he dicho chicas?), que tal vez no estuvieran tan mal en su tiempo, en unas verdaderas brujas, al menos cuando las vi en mi comida de jubilación, me produjeron cierto terror.

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Pero por encima de todo me acompañaron, con el gasto económico que eso supone, casi medio centenar de fieles compañeros y compañeras que me rodearon con su calor y sus amables palabras, recibí unos regalos espectaculares y muy caros, pero sobre todo disfruté de los abrazos de varias docenas de viejos y nuevos colegas, que escucharon mis palabras de agradecimiento con paciencia, e incluso con entusiasmo, y dieron buena cuenta de una colosal comida en un excelente restaurante de Murcia. Como no quiero dejarme a nadie me gustaría destacar tan solo a mi director preferido, Andrés Nieto, el resto eran muchos y muy cercanos, sorpresas humanas como Belén, de la que me he enamorado en este último curso o María, de la que estoy enamorado hace algunos cursos y compañeros del departamento como Antonio, tan leal, o Lorenzo.

Al final leí las palabras que había preparado para la ocasión, les agradecí su gesto, pero he de reconocer que también di las gracias al destino por no tener que volver a ver a los judas de turno, las que me vendieron ante la inspección por intentar ayudar a la hija de un estupendo amigo mío, debo decir que volvería a hacerlo aunque me costara otra vez la onerosa entrevista con el inspector de turno. Por fortuna yo salí a mi padre y a mí no me acoquina ni Dios. Acabó la tarde, me entregaron un maravilloso peluco de alta gama que me ayudará a recordar a mis compañeros, una botella de vino extraordinaria y un pisapapeles conmemorativo del centro; aún me tomé un café pensando en los judas que se apostan tras de nosotros para sufrir como un vulgar Salieri la envidia de una vida entera, pero aprendí que en ocasiones los malos no se ven a simple vista y aquellos de los que tan mal nos hablaron, resultan oro molío a la postre, y no puedo por menos, llegado a este punto que acordarme de los que me rodearon con su afecto desinteresado durante más de una década y que, desde luego, no olvidaré, aunque de muchos ya no recuerdo nada, el tiempo pasa y la memoria se va disolviendo, menos aquella que afecta a la delación y a la vileza de las dos compañeras que acaso recibieron sus treinta monedas de plata a cambio de llevarme ante Poncio Pilatos.

De todo esto he aprendido que Judas está muy cerca, se halla entre nosotros casi siempre y vigila expectante para proceder cuando llegue la hora, mi único consejo es que cuando lo localicéis, no dudéis un momento en salir de naja sin mirar atrás y a ser posible, vociferando su nombre para alertar a las buenas gentes que puedan caer en su trampa, como debe hacerse en una tienda cuando descubrimos a un ladronzuelo que pretende hacerse con nuestras carteras, pero la vida es larga e inevitablemente tendremos que vernos en alguna parte alguna vez. Arrieritos somos...

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Sin acritud, claro.

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