No es que tenga una larga experiencia en el asunto, porque además no creo que, incluso los que en apariencia la tienen, puedan decirlo a ... las claras, pues las cosas del amor son tan misteriosas como las cosas del alma y tan complicadas o más, pero en ocasiones pienso que a las mujeres no hay quien las entienda. Sé que es solo un tópico más, y encima un tópico machista, pero algunos de ustedes me darán la razón si se han enamorado alguna vez de una persona complicada y especial, y las mujeres lo son en mayor medida que los hombres. A veces llego a la conclusión de que no vale hablar ni discutir en estos casos, quizás la única norma aceptable sea dejarlas mandar y no llevarles la contraria nunca, para qué, total no merece la pena, porque yo no quiero tener razón en estos casos, yo solo quiero que me permita estar a su lado y quererla y, si es posible, que me corresponda también un poco, porque también necesitamos que nos quieran.
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El resto no me importa, aunque ella parezca a veces muy cruel y me diga cosas que me hacen daño, y no me vea reflejado en sus palabras siempre. Acaso porque yo considero que soy mejor de lo que ella dice, que no soy tan malo como ella me recrimina y protesta ni tan odioso, quizás porque todos hemos escondido muy profundamente nuestras miserias y nuestras maldades y, cuando la otra las saca a relucir y te las arroja a la cara, por un momento te quedas impertérrito, casi sin aire. Piensas en todo lo que ella te está echando en cara, en el sufrimiento que te está infligiendo, incluso de una manera gratuita, porque tú no crees que sea así ni mucho menos, no te reconoces en sus palabras y añoras aquel temblor primero de cuando todo era dulce y balsámico como sus caricias, de cuando todavía eras un ángel o, al menos, lo parecías a los ojos de ella y las noches, un paraíso y el mejor remedio para todos tus males, porque ella vino justo cuando tú más la necesitabas y, si ahora se va, no crees que haya ninguna más después. Sobre todo porque con el paso del tiempo uno va aprendiendo, por desgracia, que el amor no es nunca fácil, que los sueños no se cumplen casi nunca como los proyectó uno y que la verdad, el amor y la belleza no resultan nada sencillos de conseguir. Es el momento de la decepción y no se puede hacer mucho salvo aguantar el desencanto, soportar la vida y admitir que no hay vuelta de hoja. Solo somos seres humanos en manos de otros seres humanos y que el hombre es un lobo para el hombre, como proclamaba el viejo Hobbes con sabiduría tan amarga, o la mujer, según se mire, pero un día es el definitivo, se pronuncia un 'noteaguantomás', un 'eresinsoportable' y se cierra el telón del teatro de la vida, caen las máscaras y los trampantojos y el dolor nos sacude como un rampazo, ha sonado la alarma del tiempo y del desencanto y ya no le decimos demasiado a ella.
Al menos ya no le decimos lo que le decíamos a la mujer que nos soporta, lo sabemos nosotros, y lo que es peor, lo sabe ella, y cuando una mujer es auténtica, está provista siempre de belleza y de inteligencia, tal vez por eso nos hemos enamorado hasta ese grado, aunque ahora somos nosotros los que llevemos el mito en nuestro corazón, admitir que la ceguera nos disculpa, que no sabíamos lo que hacíamos y que todo vuelve a ser igual que siempre, decepción, tristeza y melancolía o, por lo menos, proclamar que el gran amor nunca es fácil, que lo tuvimos en la punta de los dedos, que casi fue nuestro, pero que a última hora se nos escapó, se esfumó en el aire como una ilusión y nos dejó con cara de tontos.
Pues lo que somos, al fin y al cabo.
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