Los próximos días ponen fin a este año raro, este año que vivimos peligrosamente sin comerlo ni beberlo. Si alguien nos hubiese explicado unos meses antes lo que se nos avecinaba, lo habríamos tomado por iluso, pero aquí estamos, en este presente de ciencia ficción que todo lo ha cambiado. Nos encerraron en casa, nos piden que no viajemos, que no abracemos, que no toquemos. El teletrabajo se ha impuesto, las actividades al aire libre son escasas y este virus invisible ha trastocado todo: identidades, objetivos, esperanzas, prioridades...
En esta semana conoceremos los resúmenes de actualidad que realizan los medios de comunicación y quizá muchos de ustedes recapitulen, hagan balance. Comprarán una agenda, marcarán en ella los próximos hitos y se mostrará en su cabeza ese lienzo en blanco lleno de interrogantes que será el 2021.
Se impone vivir en el presente: te lo dicen los maestros de yoga, los gurús, los predicadores de la filosofía positiva y esto es algo que no siempre he llevado demasiado bien. Me resulta imposible no recordar el pasado ni preocuparme ante el futuro. Los psicólogos aseguran que vivir con un exceso de pasado genera depresión o es propio de los depresivos y que un exceso de futuro te convierte en ansioso. Me quedo con lo que decía Kierkegaard: la vida solo puede ser comprendida mirando hacia atrás, pero ha de ser vivida mirando hacia delante. Ni una referencia hacía el gran filósofo al presente.
2020 ha sido un año maestro que no olvidaremos. El pasado reciente y el pasado remoto están ahí, con sus crisis económicas y personales, con la inevitable evolución y la nostalgia de lo que acabó inexorablemente: tiendas que han cerrado para siempre, familiares que ya no están y también todas aquellas personas que otras enfermedades y el coronavirus se llevaron con arrebato, a veces en poco menos de 72 horas, dejando estupefactos a sus familiares.
Hemos de sacar conclusiones de lo acontecido, pero no engancharnos a lo que sucedió. El pasado no se puede convertir en un obstáculo para avanzar, sólo aprendamos de él.
La vida solo puede ser comprendida mirando hacia atrás, pero ha de ser vivida mirando hacia delante
Vivir el presente, el día a día nos equilibra, nos ancla a la vida, por supuesto, pero es necesario y sano planificar el futuro. Un futuro incluso brillante ¿Por qué no? Andamos con demasiados miedos por la vida y mejor que el miedo es la cautela. Mejor que la desesperanza es imaginar y crear de la nada otra vez, como Noé cuando salió del arca tras el diluvio universal.
Este año nos obliga a muchos a ese comenzar de cero absoluto. A un reseteo de la vida profesional en el que hemos de construir algo nuevo, una nueva sociedad que se fragua ya, desde hoy, desde este presente, con nuevos valores y objetivos.
¡Hay tanto por hacer! Ustedes y yo vivimos un momento histórico, somos protagonistas de un nuevo capítulo de la civilización, la era de Acuario. Vivamos el presente, sí, pero la construcción de este nuevo edificio requiere tener presente el pasado y un itinerario positivo del futuro.