Pablo, el autismo y el amor
Teníamos que aprender a vivir con algo que el desconocimiento hacía desesperanzador
Tenía veintipocos y estaba en el Círculo de Bellas Artes de Madrid para inaugurar una exposición. Carolina se había quedado en Murcia y yo fui ... con Fernando Segura, que pintó un potente Marco Aurelio para la ocasión. En la fiesta me encontré, de repente, entre María Corral y el gran Alberto Corazón. Bebíamos vino y les hablaba de T20, que tenía meses y era, literalmente mi vida. Mi rollo le interesaba a dos personas que admiraba, y se acercó Luis Gordillo. El corrillo, para un crío como yo era entonces, era topegama. Entonces llegó un camarero y tiró una bandeja llena de copas de vino tinto sobre mi jersey blanco de cuello vuelto. La cara de Corazón, detrás de sus gafas y su bigotazo, es una de las imágenes que pasarán por las ventanas del tren ese que ves cuando te estás muriendo.
Fernando se quitó el jersey y me lo dio, y pude seguir la conversación. Mi amigo se quedó toda la noche ya en camiseta. En los bares yo pasaba calor y en las calles él pasaba frío. De aquella noche no me ha quedado el trabajo, permanece en mi recuerdo el jersey de mi amigo, porque lo que de verdad importa es eso. No importa el éxito ni la carrera. No importa el dinero ni la casa, ni los coches. Importamos nosotros y la gente que queremos.
Pablo y Hugo nacieron con unas semanas de diferencia. Crecían juntos y, un día, Pablo desconectó y se instaló en un mundo suyo en el que puede haber mil personas alrededor sin interesarle. Carolina lo detectó muy pronto y un día los médicos se lo dijeron a Antonio, mi hermano, y a su entonces mujer, la madre de Pablo. La vida de todos cambió, entre otras cosas porque no sabíamos cómo se hacía en esa situación. Pablo tenía autismo. Dejé de dormir muchas noches. Primero porque Pablo tenía autismo, pero también porque Hugo no lo tenía. Es difícil entender lo que voy a explicar, pero lo intento. Mi hermano Antonio, que en casa siempre fue Totó, es fundamental en mi vida. No es fácil llegar a querer a alguien como lo quiero a él, y Pablo era su vida. Su hijo tiene autismo y el mío no. Yo no tenía culpa de eso, pero ocurría y me sentía ferozmente culpable. Todos teníamos que aprender a vivir con algo que el desconocimiento hacía desesperanzador.
Lo verdaderamente importante está ahí, pero tenemos que saber verlo, está tan cerca que nos despistamos y pasamos de largo
Carolina se pasaba días leyendo en internet sobre autismo. Vimos de todo, aprendimos mucho, pero sobre todo aprendí de mi hermano. Él aprendió a vivir su nueva vida, aprendió a vivir con el autismo y, sorpresa, resultó que era posible. Pablo tenía un autismo severo, así que se movilizó hasta el punto de llegar al entonces presidente de la CARM para lograr un aula abierta, y creó, junto a su ex, una escuela para niños con autismo. Reinventó su mundo, creó uno nuevo. La vida es parecida a la red de las acequias de Murcia. Muy antigua y sabia, peligrosa y vivificante a la vez, hermosa y terrible cuando las aguas vienen bravas. Él ha entendido esa dificultad y belleza, creando un universo que es solo suyo y de Pablo.
Solo he admirado a dos personas en mi vida: Joe Strummer y mi hermano Antonio. El primero por ser el modelo de mi juventud, el segundo por haberme enseñado a vivir como vivo hoy.
Ver a Pablo con mi hermano es ver la felicidad de dos chicos que tienen un mundo que solo es suyo. Antes decía que a Pablo le daban igual mil personas alrededor, pero no es así. Si su padre está cerca su mundo es su padre. Si hay un padre en esta región es mi hermano. Si hay un hijo que quiera a su padre es mi sobrino Pablo.
Todos hemos crecido mucho agracias a Pablo. Mis hijos han aprendido que sus juegos son distintos y saben darle cercanía y distancia cuando las necesita. Yo he entendido que el afecto no es igual en todos y no depende de esos gestos tan barrocos que hacemos demasiadas veces. De mi hermano he aprendido que la vida es demasiado importante como para sufrir por algo que no sea que mi gente esté bien. Todo lo demás se arregla, además, si ocurre un desastre, siempre habrá un amigo que te deje su jersey, porque los amigos son la familia electiva, a veces la verdadera familia.
Somos víctimas de la educación que recibimos. No siempre nos preparan para lo verdaderamente importante ni nuestros padres ni en el colegio y en este tiempo de desasosiego hemos crecido con una idea de éxito que justificaba casi todo, pero no era cierto, el éxito no justifica que descuidemos lo importante. Pablo fue una conversión para nosotros, nos caímos del caballo como el santo de su nombre y nos dimos cuenta de que lo verdaderamente importante está ahí, pero tenemos que saber verlo, está tan cerca que nos despistamos y pasamos de largo. Cuando se llega a ese conocimiento el sufrimiento desaparece, o se queda pequeñito.
El amor, y solo el amor, nos salvará. Solo el amor es importante y solo es importante que estemos bien, que los nuestros sean felices y que el tiempo que vamos a pasar en esta tierra hagamos felices a los demás. La vida es demasiado valiosa para tasarla en dinero.
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