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Los muertos abren los ojos de los vivos

Estamos ante un experimento socioepidémico innecesario por reiterado y ejecutado por necios peligrosos

Domingo, 23 de agosto 2020, 09:47

El político medio de nuestro país trepa, madura y engorda, emulando al fruto más refinado del árbol sufí: esa clase de hombre que, tirando una piedra al suelo, fallaría. También se sabe que si golpeas tu mano contra una piedra, no debes esperar más que dolor.

Las discotecas no terminan de vaciarse, los hospitales empiezan a llenarse y los tanatorios se preparan para un otoño que quiere olvidar la primavera. Y llega la vuelta al cole con la irreflexión como reina de la fiesta. Los mandamases ministeriales pescando sirenas y despistando a Tritón para evitar la tormenta, cegados en la locura vengativa de quien se siente afrentado por un amante. Los regionales tratando de hilvanar ocurrencias para contar a la prensa y calmar a las AMPA y al funcionariado, todo gente molesta cuando se trata de salvar el culo. El belicismo de algunos da para tirarse al monte. El consejero andaluz viene a decir que la docencia será presencial por cojones y le ha faltado tiempo para amenazar a los padres rebeldes con denuncias por absentismo.

Si buscamos experimentos reales con humanos los tenemos en Israel o Corea del Sur, donde la vuelta al colegio se ha traducido en pérdidas. Si queremos experimentos virtuales hay un estudio solvente de la Universidad de Granada simulando lo que sucederá en España si se abren las aulas en otoño: un escenario sobrecogedor. Así, la OMS recomienda que la docencia no sea presencial en países con altas tasas de contagio. Me pregunto si España, en la cabeza de las listas europeas, no es uno de esos países.

Una docencia telemática bien dispuesta habría sido una solución prudente para salvar el trimestre

La perversión del lenguaje también es virulenta. Lo de aprender a convivir con un patógeno fatal me deja patidifuso. Un centro público de enseñanza en España, siento decirlo, es el lugar adecuado para que dicha convivencia termine con ruptura violenta, promiscuidad, estrés postraumático y una de las partes fuera de la liquidación de gananciales. Hábitats pequeños, mal ventilados, con mucha gentecita por hacer, demasiadas hormonas y pocos profesores inmunes. Lo de la «vuelta segura» supongo que hace referencia a los seguros de vida. Lo de las burbujas será por el negocio del jabón de manos.

No debería escamotearse al ser humano el carácter sagrado de la realidad (Fernández Retamar). Si se ajustaran a la realidad, sin idealismos ni conveniencias, habrían visto que una docencia telemática bien dispuesta, con atención focalizada en las familias cuya adaptación fuera más dificultosa, habría sido una solución prudente para salvar el trimestre. Los sindicatos de docentes han hecho varias propuestas bien meditadas al respecto, incluyendo tutorización cada quince días.

Resulta que los negacionistas de la Covid se quejan de intervencionismo. Se equivocan: sucede justo lo contrario. Lo que hay es caos, ineptitud y desentendimiento. La Educación siempre ha importado una mierda en este país. El negacionismo constatable es el de quienes obligan a los padres a que sus hijos actúen como diásporas de la pandemia. Restringen la socialización distanciada por debajo del diez mientras imponen la cohabitación apretada por encima del veinte. Estamos ante un experimento socioepidémico innecesario por reiterado y ejecutado por necios peligrosos. Una ruleta rusa por imperativo legal. Si algo está despejando el virus es la idea contrademocrática de que puedes llegar a votar a favor de quien actúe contra tu vida. En el mercado bursátil de la especulación epidémica ¿a cuántos muertos se vende un cierre de aula o el de un centro, o la suspensión total de la docencia presencial?

No sé si dejarse presionar por la hostelería ha sido un buen negocio y no sé si es una buena estrategia política dejarse amedrentar por los ideólogos de la igualdad y otras cosas abstractas. Como no se han venido jugando la piel, la especialidad de los políticos nunca ha sido la gestión de riesgos. Pero el paro, la enfermedad y la desolación de las familias amputadas no son simplemente abstracciones para ilustrar logísticas poblacionales. Las curvas de Simón ilustran tragedias sin pedagogía reparadora. Sin fluctuación alguna, representan la iconografía de un dolor que, inexorablemente solo va creciendo.

Dice Ludwig Wittgenstein que ningún grito atormentado puede ser mayor que el grito de un solo hombre. Bajo la narcosis democratizadora, hemos permitido que la deshumanización se haga cargo de la humanidad. Vienen tiempos difíciles y habrá que armarse de valor, inteligencia, templanza y compasión. Aconsejado por una amiga, termino de leer 'Hambre de perro', una oscura y bella historia del búlgaro Christo Saprjanov. Rescato una sentencia de indubitable fuerza espiritual: «Los vivos cierran los ojos de los muertos; los muertos abren los ojos de los vivos».

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