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Los modos post Covid-19

Realizamos el tránsito de una sanidad de masas, rápida y pendiente de rangos de rentabilidad, a la aplicación del pensamiento 'slow' al proceso asistencial

Domingo, 3 de mayo 2020, 02:41

A uno le incomodaba ser el tertuliano aguafiestas cuando, en el transcurso de una videollamada grupal, al comienzo del confinamiento, la conversación derivaba a la evocación anhelante del supuesto 'día de la salida': bares llenos con amigos abrazándose, brindando y celebrando el fin del fatídico episodio. Quizás la condición de sanitarios del grupo nos concedía ese papel de abogado del diablo y hacía plantearnos, desde el primer día de la crisis, que nuestra relación con los pacientes, la apariencia de nuestra praxis, no iba a volver a ser la misma, y volver a algo cercano a la 'normalidad' que teníamos iba a ser un proceso lento y progresivo. Y eso se veía ya aplicable a todos los ámbitos de la vida: no habrá desfile de la victoria, ni Campos Elíseos abarrotados, ni besos apasionados con intercambio salival. A día de hoy, toda la población lo ha ido asumiendo y las expectativas de euforias colectivas se han ido disipando y modulando por un optimismo contenido y reflexivo.

Nadie duda ya de que aquello que se nos anunciaba «como una gripe» va a dejar una huella en la humanidad considerable, y marca el primer gran hito histórico del siglo XXI. A la imborrable memoria de las víctimas, que conservarán sus allegados y reivindico para toda la sociedad, se le suma la consecuencia económica que (dure lo que dure) será pasajera; y el cambio, este sí, permanente, en los modos cotidianos de muchos aspectos de la relaciones humanas afectivas, laborales y sociales.

Así como el sida supuso un antes y un después en las relaciones sexuales, la presente pandemia marcará las futuras relaciones interpersonales. El modo de acercamiento de dos desconocidos, y los propios escenarios en los que se produzcan. Como también sufrirán cambios las muestras de afecto de amistad o intrafamiliares, con las incógnitas pendientes de resolver respecto al ansiado acercamiento y convivencia con nuestros mayores.

Estos días de reclusión han servido para valorar los hogares como continentes de nuestra vida y replantearse los espacios habitables. Incluso le hemos visto al urbanismo una dimensión distinta, mediante las imágenes de los escenarios habituales del tránsito ciudadano que aparecían vacíos de contenido, y de sentido. Se ha captado que es la gente que habita la que dota de personalidad a los paisajes urbanos y, sin vida, hasta el más emblemático de ellos pasa a la categoría de no lugar de Marc Augé.

Las empresas se replantearán la conveniencia y eficiencia de los desplazamientos de trabajadores y directivos a reuniones que se puedan realizar 'online'; y el comercio y los servicios van a tener más llegada a los hogares, en detrimento del consumo de masas y la cultura de centro comercial. Y respecto al modelo productivo cabe repensar si es bueno tener todos los huevos en las mismas cestas, ya que la crisis nos ha tirado al suelo la cesta del turismo y el ocio. Aun así, agradecidos porque los huevos de oro regionales, nuestro sector primario, han aguantado bien, pero sabemos que tienen otras amenazas importantes.

Se deben implantar cambios en las escalas de valores comunitarias. Una población cada vez más envejecida, con más dependientes (de todas las edades) y que se afecta de eventos lejanos, debidos a la globalización, necesita dotarse de más y mejores profesionales sanitarios y menos instagramers. El vértice del modelo social debe apuntar a personas como el Dr. Moraleda y no al 'youtuber' de turno.

Como toda adquisición de hábitos, su interiorización social vendrá modulada por dos factores: la intensidad y el tiempo. Según lo que tarde en llegar la vacuna, si es más pronto que tarde, gran parte de esta ola de cambios es posible que tenga retroceso, y volvamos al 9 de marzo en diversos aspectos. Pero en muchas otras cosas, sobre todo en aquello que aporte beneficio, la evolución permanecerá. Serán ya los nuevos modos.

En el ámbito sanitario se establecerán protocolos mucho más seguros, pensando en el bien de todas las partes intervinientes: pacientes, profesionales y actividades auxiliares y logísticas. Testigos de alerta más sensibles, comunicación internacional fluida, nuevos hábitos de higiene y salubridad, implementación de nuevos métodos de desinfección, mecanismos de protección personal... vienen para quedarse. Así, tomando como ejemplo la odontología, las clínicas dentales que hace décadas ya adaptaron sus protocolos a la protección frente a virus como el VIH o el de la hepatitis B, tendrán que proveerse de distintas barreras de protección y ya están incorporando nuevos productos virucidas y nuevas rutinas de esterilización.

Realizamos el tránsito de una sanidad de masas, rápida y pendiente de rangos de rentabilidad, a la aplicación del pensamiento 'slow' al proceso asistencial. Mejor gestión de agenda, asistencia más individualizada y salas de espera poco concurridas. Las citas con los pacientes deben ser más resolutivas, evitando los desplazamientos y visitas sucesivas a las consultas. Más tiempo en pocas veces mejor que muchas veces de poco tiempo. Además, debemos optimizar los recursos de la telemedicina, en los casos que sea posible, lo que cambiará el paradigma actual de la relación médico-paciente. Esto puede barrer del panorama sanitario a esas grandes corporaciones que plantean su modelo de asistencia sobre clientes y no sobre pacientes.

El Sars-CoV-2 consigue, en esa dirección, lo que el sentido común no había logrado en mucho tiempo. Quedémonos con lo positivo de los nuevos modos.

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