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El milagro de Cartagena

Todo se edifica sobre la cultura. Los sucesivos alcaldes han entendido que era el pilar fundacional de este nuevo edificio

Sábado, 17 de julio 2021, 02:51

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Cuando era pequeño mi abuela nos llevaba a comer a un restaurante del centro de Cartagena que se llamaba Bahía. Era una marisquería popular en ... la que se comía un arroz sensacional y había un poster sexy-hortera de una buceadora que sujetaba entre sus pechos desnudos un tiburón gata, seguramente mi despertar a la sexualidad y un objeto por el que hoy pagaría lo que fuera. Luego tomábamos horchata en una heladería en la calle mayor y veíamos el desfile de yonquis. Nadie más pasaba, la Cartagena de los 80 fue una ciudad fantasmal en la que los edificios se derrumbaban y se quedaban así, habitada en la parte alta por desheredados y desesperados. Muchos de ellos ocupaban la ruinosa plaza de toros en una ciudad que, aunque parezca mentira, no era romana. Nada en esa ciudad que los estadounidenses eligieron como escenario de películas bélicas hacía pensar que aquello hubiese sido romano, solo la modesta excavación del Decumano junto al Palacio Molina y lindando con ese barrio chino que fue el Molinete. Solo los estratos más cultos de la sociedad eran conscientes de la identidad de una ciudad que parecía no haber dejado casi testimonios de su pasado como gran cabeza de diócesis de la Hispania republicana e imperial. Sentados con nuestra horchata, mi hermano y yo veíamos pasar algo así como un zombieland que se vio agitado con crisis de todo tipo, con los esqueletos de la industria que te recibían al llegar, con el vacío de los militares y su Asamblea Regional, tal vez el edificio más feo del país, ardiendo en medio de revueltas sociales.

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