El milagro de Cartagena
Todo se edifica sobre la cultura. Los sucesivos alcaldes han entendido que era el pilar fundacional de este nuevo edificio
Cuando era pequeño mi abuela nos llevaba a comer a un restaurante del centro de Cartagena que se llamaba Bahía. Era una marisquería popular en ... la que se comía un arroz sensacional y había un poster sexy-hortera de una buceadora que sujetaba entre sus pechos desnudos un tiburón gata, seguramente mi despertar a la sexualidad y un objeto por el que hoy pagaría lo que fuera. Luego tomábamos horchata en una heladería en la calle mayor y veíamos el desfile de yonquis. Nadie más pasaba, la Cartagena de los 80 fue una ciudad fantasmal en la que los edificios se derrumbaban y se quedaban así, habitada en la parte alta por desheredados y desesperados. Muchos de ellos ocupaban la ruinosa plaza de toros en una ciudad que, aunque parezca mentira, no era romana. Nada en esa ciudad que los estadounidenses eligieron como escenario de películas bélicas hacía pensar que aquello hubiese sido romano, solo la modesta excavación del Decumano junto al Palacio Molina y lindando con ese barrio chino que fue el Molinete. Solo los estratos más cultos de la sociedad eran conscientes de la identidad de una ciudad que parecía no haber dejado casi testimonios de su pasado como gran cabeza de diócesis de la Hispania republicana e imperial. Sentados con nuestra horchata, mi hermano y yo veíamos pasar algo así como un zombieland que se vio agitado con crisis de todo tipo, con los esqueletos de la industria que te recibían al llegar, con el vacío de los militares y su Asamblea Regional, tal vez el edificio más feo del país, ardiendo en medio de revueltas sociales.
Hoy es otra ciudad, casi otro mundo.
Pocas ciudades del país han sido capaces de superar de esta forma un colapso como fue el de los 80. Tiendo a identificar el inicio de esto con octubre de 1988, cuando se excavó en el solar de la Casa-Palacio de la Condesa Peralta para construir el Centro Regional de Artesanía en Cartagena. Ahí apareció algo que en un principio no se supo identificar. En 1990 estaba claro que aquello era el Teatro Romano. Roma irrumpía bajo el suelo y la ciudad iba asumiendo una identidad. Del suelo surgía el cambio de los tiempos de la mano de aciertos políticos y de una sociedad que quería recuperar su sitio en el contexto de la nueva España democrática y en la historia, de la que había sido una de las grandes protagonistas. La Mar de Músicas arrancaba en 1995 para cambiar para siempre la ciudad, para modernizar y hacer visible una ambición cultural única en una ciudad única. Cada verano Paco Martín, José Luis Martínez Cegarra y un equipo entregado hacía de Cartagena la capital de la música. Y mucho más.
Pocas ciudades del país han sido capaces de superar de esta forma un colapso como fue el de los 80
Hoy la ciudad es un ejemplo para todo el país. Dos mujeres, la anterior y la actual alcaldesa, están dando una lección nunca vista de inteligencia, capacidad de gestión y poder. Noelia Arroyo es la derecha europea y moderna, Ana Belén Castejón es la nueva izquierda inteligente. Dos mujeres son una ventana al futuro de una ciudad que es futuro porque ha entendido y ha reivindicado su pasado.
Son muchos los factores que han hecho de Cartagena uno de los sitios más bellos y más interesantes de la geografía nacional, empezando por la pujanza del turismo y la industria, pero todo se edifica sobre la cultura. Los sucesivos alcaldes han entendido que era el pilar fundacional de este nuevo edificio y se ha hecho un gran trabajo que ha tenido unos gestores a la altura.
Esta semana Carolina y yo hemos inaugurado NOVA, un proyecto con vocación de continuidad que busca potenciar esa estrategia cultural, y hemos asistido a varios momentos. Uno de ellos fue la visita, con los 20 artistas de cada comunidad autónoma que exponen estos días, al Teatro Romano de la mano de Elena, su directora. Es muy difícil que alcance ese cargo la persona adecuada, y aquí ha ocurrido. No se nos olvidará el paseo que de su mano sirvió para que alguno de los mejores artistas españoles conociesen ese tesoro que no deja de surgir de la tierra. Luego el Foro y el inmenso trabajo de José Miguel Noguera. Noelia Arroyo presentaba en ARCO el gran escaparate de arte en España, NOVA. Cartagena se hacía un hueco en el mapa del arte contemporáneo español y se situaba en su lugar natural.
Todo esto impresiona mucho a la gente que viene de fuera, no llegan a entender el salto inaudito que ha dado la ciudad para reinventarse, no entienden, por ejemplo, que todo lo romano se haya puesto en valor solo ahora. Impresiona que Cartagena haya pasado de ser aquella ciudad yonqui de los 80 a la enorme belleza de urbe mediterránea con trazas de capital histórica que es hoy, pero impresiona mucho más ver el potencial de lo que está por venir. Es emocionante pensar en lo que tiene que seguir apareciendo, en la riqueza que la cultura, a través del turismo, debe traer a la ciudad.
Cartagena, uno de los sitios más bellos e intensos del país, es futuro de la Región y futuro de la cultura; es una utopía hecha posible que hoy, además, da su mejor cara gracias a la inteligencia política de dos mujeres que han sabido estar muy por encima de la escena española.
Bravo, Cartagena.
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