La Arrixaca, 50 años después
En un año convulso para España, con una transición política incierta, Murcia dio un paso decisivo en su sistema sanitario
Con su nombre oficial de Hospital Clínico Universitario Virgen de la Arrixaca, en el habla cotidiana basta con decir simplemente La Arrixaca cuando se alude ... a un problema de salud. No hace falta más. Su apelativo se ha consolidado durante cinco décadas como referencia sanitaria en Murcia y a nivel nacional. Su comienzo fue, además, singular, porque no es habitual que un hospital emprenda su andadura con el traslado completo de pacientes desde otro centro. Sin embargo, eso fue precisamente lo que ocurrió un lunes, 12 de mayo de 1975. En un año convulso para España, con una transición política incierta, el fin de la guerra de Vietnam, los primeros signos de deshielo de la Guerra Fría y el auge de tecnologías médicas como el TAC, Murcia dio un paso decisivo en su sistema sanitario. En medio de esa incertidumbre, la inauguración del nuevo hospital simbolizaba modernización y esperanza. El mundo cambiaba, y en Murcia también lo hacía la manera de cuidar a las personas. La apertura de este hospital supuso una declaración de principios: la salud como derecho, el cuidado como vocación, el progreso como compromiso colectivo
La antigua Arrixaca, pilar de la atención médica durante años, comenzaba a mostrar signos de agotamiento. El crecimiento demográfico, la mayor confianza de la población en la asistencia pública y los avances científicos requerían instalaciones más amplias y mejor equipadas. El proyecto de construir un nuevo hospital, se convirtió en una prioridad para las autoridades sanitarias. La ciudad crecía con fuerza, se abría al futuro, mientras, se levantaba este motor sanitario.
Aquella jornada quedó grabada en la memoria colectiva regional. Desde el antiguo hospital –la llamada 'Arrixaca vieja', hoy Hospital Morales Meseguer– se organizó un traslado inédito hacia las nuevas instalaciones. Ubicado en las afueras de la ciudad, el complejo hospitalario ofrecía una infraestructura puntera, con capacidad para cientos de pacientes, quirófanos de última tecnología y unidades especializadas. Supuso un salto cualitativo en la atención médica.
No es solo un centro médico, es un símbolo de progreso y compromiso con la salud de la Región
Ese lunes de mayo, se organizó un meticuloso traslado que involucró a ambulancias, personal sanitario y de apoyo, con el necesario respaldo de las autoridades municipales, que garantizaron la necesaria fluidez del tráfico. Partícipes de una coreografía impecable, con exquisita coordinación, los pacientes fueron transportados hasta las flamantes instalaciones en un recorrido que simbolizaba la evolución de la sanidad murciana. Las calles de Murcia, testigos mudos de una historia milenaria de doce siglos, contemplaron con asombro un desfile de ambulancias que, con precisión y cuidado, trasladaban a los enfermos, vigilados por equipos que garantizaron su seguridad y estabilidad clínica.
El día estuvo marcado por sentimientos de esperanza y emoción. La prensa local destacó la importancia del momento, la impecable organización y el entusiasmo del personal. Desde aquel lunes memorable, y, durante cincuenta años, La Arrixaca ha evolucionado de forma constante, incorporando nuevos servicios, especialidades y tecnologías que han permitido atender a miles de pacientes con la máxima calidad.
Hoy, medio siglo después, los ecos de aquellas sirenas aún resuenan en el recuerdo de quienes vivimos aquella jornada. Enfermeras, celadores, estudiantes de enfermería, matronas, auxiliares, conductores de ambulancias, médicos, administrativos, personal técnico de mantenimiento, carpinteros, electricistas, mecánicos, de lavandería y cocina... todos formamos parte de ese momento fundacional, de un nuevo latido en el corazón sanitario de Murcia.
Porque un hospital es mucho más que quirófanos y camas. Es el técnico que asegura el buen funcionamiento de los sistemas, el que revisa los ascensores, el electricista que repara un cable a medianoche, el jardinero que cuida los espacios verdes, la cocinera que prepara una dieta especial, el celador que acompaña con una palabra amable, el administrativo que gestiona un alta. Es la limpiadora que devuelve la dignidad al espacio del enfermo. Son también el quiosco, las cafeterías... Y, por supuesto, los médicos, el personal de enfermería y auxiliares, investigadores, residentes y voluntarios. Cada uno es una pieza imprescindible de este engranaje de humanidad que no ha dejado de funcionar durante cinco décadas. Nada sería posible sin el compromiso colectivo de todos los estamentos del hospital.
Ahora, en su cincuentenario, es justo reconocer a quienes hicieron posible su nacimiento, en especial a los que ya no están entre nosotros, y, a quienes, día a día, siguen construyendo su historia con vocación y esfuerzo, ofreciendo lo mejor de sí en sus pasillos y consultas. El hospital Virgen de la Arrixaca no es solo un centro médico, es un símbolo de progreso, dedicación y compromiso con la salud de la Región de Murcia. Medio siglo después, su historia sigue viva, recordándonos aquel lunes de mayo en el que la sanidad murciana dio un paso decisivo hacia el futuro.
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