Una periodista sostiene la cámara cubierta de sangre que pertenecía a la fotoperiodista palestina Mariam Dagga. AFP
La Vereda del Capitán

El testamento de la fotógrafa Mariam Dagga

La Declaración Universal de Derechos Humanos es papel mojado en Gaza

Sábado, 30 de agosto 2025, 00:33

Mariam Abu Dagga vivía la semana pasada. Hasta hace cuatro días, vamos. El último ataque israelí sobre el hospital Nasser de Gaza acabó con la ... vida de, al menos, veinte personas, entre ellas esta fotoperiodista palestina, colaboradora de AP, agencia de noticias de Estados Unidos fundada en 1846. Todas las víctimas de una guerra tienen un nombre, una familia y una historia. Sin embargo, los muertos de la Franja se amontonan sobre las conciencias del mundo. Hace tiempo que la Declaración Universal de Derechos Humanos (1948) es papel mojado.

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Si vamos a los considerandos, y a la vista del concierto general, y del estado en particular de este punto concreto del mapamundi, podemos convencernos de que esta carta internacional solo rige para determinados miembros de la «familia humana». Desde luego, no representa a los palestinos.

Cómo podemos creer en los derechos fundamentales de hombres y mujeres si el valor y la dignidad de los individuos valen tan poco, y si solo deseamos libertad, justicia y paz para nosotros, pero no para los que más allá de nosotros perecen de hambre y son aniquilados con vergonzosa maquinación.

Mariam Abu Dagga murió el 25 de agosto en Gaza. Bashar Taleb / AFP

El segundo de aquellos considerandos que la Asamblea General de Naciones Unidas acordó es ese que menciona que «el desconocimiento y el menosprecio de los derechos del hombre han originado actos de barbarie ultrajantes para la conciencia de la humanidad; y que se ha proclamado, como la aspiración más elevada del hombre, el advenimiento de un mundo en que los seres humanos, liberados del temor y de la miseria, disfruten de la libertad de la palabra y de la libertad de creencias».

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A eso justamente aspiran los pueblos oprimidos, los olvidados, los condenados al «supremo recurso de la rebelión contra la tiranía». Es inaceptable este intento de consumación del pueblo palestino, y es decepcionante cómo se expande la podredumbre en los organismos internacionales, incapaces de reducir las amenazas globales.

Antes de la guerra, Mariam Abu Dagga tomaba fotos de pequeñas felicidades. Después de la guerra, todo su imaginario quedó desencajado por el horror y el dolor. Gente que una vez tuvo vida, otra vida, como su propio hijo, Ghaith, a quien logró evacuar a Emiratos Árabes Unidos con otros miembros de su familia, y al que ha dejado una carta de despedida. La joven fotógrafa asesinada en Khan Younis le desea que tenga reputación, que destaque y sea inteligente, y que cuando tenga una hija le ponga su nombre.

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Cuántas madres como Mariam Abu Dagga habrá en Afganistán, Yemen, Ucrania, Congo, Somalia, Siria, Myanmar... implorando una verdadera libertad y un mundo menos cruel, inhumano y degradante.

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