Leo con sumo interés 'Viaje interior pasando por Marruecos', el libro que Cipriano Torres escribió escuchando a Grace Jones, Chopin, Cesária Évora y Lole y ... Manuel. Es una edición no venal de 100 copias, cuya corrección quedó a medias por la inesperada muerte de Abraham Hurtado, que en este caso, desde el Valle de Ricote, ejercía de editor a través de Aldarrax Ediciones. Fue un fastidio decir adiós a alguien tan talentoso y dinámico. Este libro cuenta las aventuras del escritor y crítico de televisión por Marruecos sin emplear ni una sola vez la palabra «exótico» para referirse a este país y a sus gentes. Bastante se ha empleado ya para explicar el imaginario orientalista de Delacroix y Mariano Fortuny.
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El Marruecos que encontramos en las páginas de Cipriano Torres está cubierto por la niebla de la extrema y temeraria juventud, que llega a nuestros días como gráciles recuerdos diluviados. Llegar a Tánger, nos cuenta, es tomar conciencia de haber arribado «a otro mundo». Un lugar donde uno sabe que buscar la paz es como no buscar nada. Mejor mirarlo todo como los gatos; y dejar que la vida suceda.
Encontrará a lo largo de los años, de las décadas, lunas que asustan, «que se salen del cielo», y pueblos que huelen a ramillas de azafrán, que le servirán para recordar a la Villanueva Mesía de sus mejores años, «cuando a la fresca todo el mundo se echaba a la calle, a pasear por el camino del puente, entre las choperas»; nacerán en sus adentros nuevos dolores, como el que empieza a sentir ante la destartalada Larache, «una ciudad viva y hermosa, pero que se desmorona sin hacer ruido», y también dejará que afloren flamantes asombros. Tiene la sensación de que en todas las ciudades marroquíes con playa, pone por caso Asilah, «pensarás que Bob Marley, con greñas, canuto, y cuelgue incluido, ha resucitado».
En general, observa que «falta mucha educación cívica» en este país con tantos escenarios «sin gracia ni amor», y, al mismo tiempo, se convence de que hay «cierta esperanza, un soplo que puede ir calando» al apreciar las diferencias entre los lugares que visita hoy y los que merodeó en su mocedad.
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Cipriano me ha descubierto que el argán ('Argania spinosa') es una especie autóctona del Reino de Marruecos, y que todos los conocimientos relativos a su cultivo y propiedades son Patrimonio Cultural Intangible de la Humanidad de la Unesco, siendo Reserva de la Biosfera la zona de producción de Arganeraie. Este país que reclama turistas y se sube a los trenes de la modernidad [contará con seis sedes en el Mundial 2030 de fútbol] es también, valora el desprejuiciado cronista, una enorme sala de pensar el mundo. Aquí el Atlántico es «turbio o transparente, amenazador o tranquilo, siempre distinto y sorprendente». Igual que la actualidad.
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