Manuel Daza Gómez y el toxpiro
LA TRIBUNA DEL CRONISTA ·
No fueron sus logros los que le depararon celebridad, sino el terrible fracaso de uno de sus inventosVino al mundo en Alhama de Murcia el 31 de julio de 1853, instalándose en Yecla en 1876, población en la que abrió el primer ... molino harinero de vapor, lo que supuso nada menos que el comienzo de la revolución industrial en Yecla. Gran entusiasta de todo lo que fuera innovación y modernidad, se dedicó a estudiar, inventar y patentar una gran diversidad de herramientas, como una taladradora eléctrica, bomba hidráulica y una sonda eléctrica.
A lo largo de su prolija trayectoria, conoció o tuvo amistad con personajes de la talla de Azorín e Isaac Peral y fue miembro de la Academia de Inventores de París. Sin embargo, no fueron sus logros los que le depararon una merecida celebridad, sino el terrible y sonado fracaso de uno de sus inventos. El toxpiro o fuego venenoso quiso ser en 1898 un arma letal que vengaría a las tropas españolas atacadas en Cuba. La prensa regional habló del toxpiro en numerosas ocasiones de manera que nos basaremos en ella para poder relatar el fiasco que supuso el invento y el descalabro que deparó a su inventor. En junio de 1897, Manuel Daza obtuvo el apoyo del Ministerio de la Guerra para desarrollar su proyecto, pero este quedó paralizado al poco tiempo por falta de resultados. No obstante, Daza persistió y en mayo de 1898 ya había retomado la idea llegando a fabricar un proyectil provisto de algo más de 35 kg de explosivo.
También la prensa madrileña hablaba del tema y entre políticos, militares, periodistas y mucha fantasía, el tema fue tomando extraños derroteros que llegaron a rozar el ridículo. Tanto es así que el propio hermano del inventor, Antonio Daza, se sintió en la necesidad de salir a escena defendiendo a Manuel y explicando cómo la nueva «máquina de guerra» era superior a todos los cañones conocidos. Hay que tener en cuenta que eran aquellos tiempos de gran tensión por la deriva de la guerra que se sostenía por Cuba, con un espíritu nacional abatido por los reveses sufridos y, de pronto, el invento de Daza apareció en el horizonte de la opinión pública como la solución. Su torpedo sería capaz de destruir, según los experimentos realizados, parte de un pinar o, arrojado sobre el mar, matar a miles de peces, pues al detonar su humo era asfixiante. «El invento está ya en condiciones de que, si vienen los yanquis a España, podrá utilizarse y se espera que con éxito extraordinario», decía la prensa con la esperanza de ver en él la salvación del país en la guerra contra EE UU. Incluso hubo un aragonés que inició una suscripción popular para apoyar económicamente el proyecto de Daza y «conseguir con él vencer a nuestros enemigos».
Pero en realidad, ¿qué era el toxpiro?, se preguntaban confusos la mayoría de los españoles que habían oído hablar de él al tiempo que en Granada se inventaba otra nueva máquina de guerra, el zanatóforo. Pues el toxpiro consistía básicamente en un tubo de hierro al que se adosaba otro que hacía de cañón con una capacidad de alcance de hasta 40 km de distancia; en el citado tubo se introducía pólvora como munición. Se trataba de un arma diseñada como dotación para barcos de guerra desde los que bombardear otros barcos o ciudades costeras.
El ministro de Marina, nada convencido de la eficacia del invento, devolvió a mediados de julio de 1898, desestimada, la memoria del proyecto a Daza. Intervinieron entonces gremios e industriales de Madrid dispuestos a correr con los gastos de las pruebas experimentales. A finales de julio de 1898, se trasladó a Cartagena para construir un nuevo modelo en la escuela de torpedos con algunas piezas fabricadas en Málaga.
Todavía en agosto de 1901, el perseverante Daza continúa realizando pruebas; esta vez el escenario era Carabanchel. Anécdotas aparte, hay que concluir que fue la mala suerte en forma de toxpiro la que convirtió una digna trayectoria de inventor en la terrible chifla continua que ensombreció los días de Manuel Daza en su tierra.
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