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La manada de los ERE

Nos acosan con la transparencia, la limpieza y no sé cuantas zarandajas más y lo que encontramos es desvergüenza, cinismo e impudor

Miércoles, 4 de diciembre 2019, 01:43

Manada es una cuadrilla o pelotón de gente. También un rebaño al cuidado de un pastor. Es una palabra inocente y casi bucólica, aunque fea, que se ha visto envuelta, sin quererlo, en un proceso de linchamiento, degradación y descomposición, hasta tal punto que cada vez que aparece intuimos que algo o alguien ha sido agredido, pisoteado, violado. Con tanta saña ha sido utilizada la palabra que solo le queda un significado nocivo y su sola mención provoca la ira porque encierra cobardía y repulsión. De acuerdo con este sentido tan actual, tan simbólico y tan ilustrativo en el que las definiciones se escabullen para dejar paso al impacto visual, pretendo utilizarla. Cada vez que hay una noticia, una denuncia o una sentencia que tenga que ver con la innoble, a veces perversa, utilización del dinero público la sensación que tenemos es que hemos sido despreciados, derrotados y violados por una manada de forajidos en los que hemos depositado nuestra confianza. Cuando se trata de una trama organizada que se aprovecha del poder para repartir a capricho (modificando a gusto los sistemas de control y vigilancia establecidos) recursos públicos o se enriquece mediante favores o directamente se comisiona actuaciones públicas, el resultado no es solo el hecho delictivo sino también la incidencia negativa que tiene en la economía social provocando la desigualdad, corrompiendo la competencia, elevando precios y quebrando la confianza. Sea cual sea y provenga de donde provenga el acto reprochable.

Pero lo peor es que con recochineo se utilice el acceso a la caja común para ir de putas (perdón, de personas en situación de prostitución) y consumir perico con cargo al erario público. Como ejemplo de respeto socialista a los derechos e integridad de la mujer y lucha contra el narcotráfico no está mal. Más sorprendente es que partidos en femenino radical se coaliguen con ellos en testimonio salvador de las puras esencias de la izquierda.

Las sensaciones o las certezas que estas actuaciones nos traen comprometen el normal funcionamiento de las instituciones y envilecen el ejercicio político pues pierden credibilidad el mensaje y el mensajero. Nos acosan con la transparencia, la limpieza y no sé cuantas zarandajas más y lo que encontramos es desvergüenza, cinismo e impudor. Encima tenemos que tragarnos las excusas, que ellos llaman explicaciones razonables, para evadir la responsabilidad política. En esto parece que todos los partidos están de acuerdo. Estas son las más notables:

1. Es cosa del pasado. Claro, solo faltaría que los ejecutores permanecieran en sus puestos. Como si el tiempo borrara las huellas de la culpa. Pero la responsabilidad política continúa porque el sistema español de elección de representantes es el de partidos políticos, no el de personas. No votamos a Sánchez, a López o a García, votamos a un partido determinado con su pasado, su presente y su futuro. Aunque ya no sé muy bien qué votamos.

2. Es cosa de unos pocos. Malo es que sea cosa de uno solo pero que haya una trama bien organizada de presidentes, consejeros, directores generales, secretarios y hasta chóferes nos da la medida de la rapacidad.

3. Es un problema limitado al territorio. ¿En serio? ¿Andalucía es independiente? ¿Lo es Madrid, Murcia o Cataluña? ¡Haber empezado por ahí! Mucho me temo que es una explicación de lo más ocurrente pero espuria, torticera y descarada. Los impuestos, las ayudas y la solidaridad de todos se reparten entre todos, mejor o peor, y un hecho premeditado de este calibre nos afecta a todos y nos compromete a todos.

4. Es cosa del bipartidismo. Otra ocurrencia del que ansía el poder, que todo lo perdona con tal de asaltar palacios y vivir como un rey, y que vuelve a traer, inocentemente, la referencia del partido culpable. ¿Van a salvar a España los que se alían con el fraude? Si el bipartidismo justifica la ofensa entonces nos enfrentamos a la persistencia, porque lo que ahora viene es el bipartidismo ideológico: la izquierda excusada, progresista y popular contra la derecha neoliberal, capitalista y prodiga. Pobres contra ricos, según parece, cuando la mayoría nos somos ni lo uno ni lo otro gracias al sistema. Falta imaginación y sobra hostilidad.

Pero estas noticias no duran. No interesa. Están todos de acuerdo. La propaganda exige aparcar maldades y recuperar las formas. Algún día, supongo y espero, se valorará el daño realizado a las arcas públicas y a la esperanza en la política por todos aquellos que interpretaron que los recursos públicos son patrimonio propio, de una manada de desaprensivos vividores, sinvergüenzas y parásitos. Lástima que los millones y millones escabullidos no hayan servido para nada mejor que satisfacer los peores instintos de políticos grotescos y necios.

Como dijo Pablo Manuel Iglesias, equivocada pero acertadamente, esto es una gran 'mamada'.

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