Malos tiempos
Como los que deciden no pongan en funcionamiento un sistema neutral y general para hacer llegar las ayudas, le economía va a implosionar sin remedio
De las crisis se aprende que los sistemas económicos son endebles y están expuestos a tal variedad de circunstancias en el tiempo y en el espacio que nunca sabemos por dónde va a venir la bofetada. Hemos pasado de burbuja en burbuja en estos últimos veinte años; financieras, energéticas, tecnológicas, inmobiliarias, bancarias, hipotecarias y, ahora, sanitaria. De todas ellas, esta es y será la más dramática porque ha obligado a reducir la actividad económica y mercantil a la mitad en algunos casos y a la totalidad en otros. Sectores como la hostelería, el turismo, la aviación, el comercio, y sigan sumando, se han visto abocados al cierre total, durante un periodo desconocido sin más protección, de momento, que la posibilidad de despedir temporalmente a los trabajadores. Pero los costes de todas estas empresas, sean grandes, medianas, pequeñas o autónomos, no son solo laborales. Los gastos financieros, sobre todo, siguen cayendo como una losa sobre sus balances y cuentas de resultados con el cierre echado, y provocarán, si no se remedia, el cierre definitivo de muchos negocios, sobre todo, de aquellos que por ser nuevos, se hayan reconvertido o hayan realizados inversiones importantes para modernizarse, para investigar o para adaptarse a un mundo tan cambiante y que hayan necesitado la financiación externa para llevar a cabo sus planes.
Todos intentarán volver a la normalidad en cuanto hayamos vencido al virus, pero ¿por cuánto tiempo? Si esta vez no hacemos las cosas bien, antes de terminar el año la mayoría habrán dejado de existir y con ellos el empleo que con tanto esfuerzo han creado durante estos últimos años. Y en ese momento echaremos de menos hasta el empleo precario, temporal o de prácticas y nos hartaremos de mirar las cifras del desempleo, de crecimiento o de evolución de la economía.
El Gobierno ha anunciado una serie de medidas para evitar que esta situación se produzca. El importe se quedará corto porque esta es la primera vez que tenemos un parón de este tipo y se desconocen las consecuencias que va a tener el haber mantenido cerrado los negocios durante tanto tiempo. Aun así, bienvenida cualquier ayuda que sirva para paliar el desastre que se nos avecina. Otra cosa será cómo se distribuyan esas ayudas y a quién, realmente, van a llegar.
Tenemos la experiencia de la crisis pasada y no debemos cometer los mismos errores. Entonces se nombró árbitro del sistema crediticio a las entidades financieras (bancos) para que hiciera llegar los apoyos en forma de préstamos y créditos. Previamente se les había rescatado y ayudado (a los bancos) mediante avales para que pudieran mantener el sistema en pie. Esto va a volver a pasar. Esas ayudas, en realidad, fueron para garantizar a los bancos las operaciones a realizar y no para avalar a las empresas su normal funcionamiento. Lo primero que hicieron los bancos fue protegerse ellos y utilizaron los fondos para reconvertir deuda antigua en deuda garantizada por el Estado. El siguiente paso fue proteger a los que tenían, y no a los que lo necesitaban, y darles un colchón financiero para sus actividades futuras, fueran o no productivas y perentorias. Los fondos que quedaron se repartieron de forma arbitraria entre los que lo solicitaban y a los que se les pedía no solo la garantía del Estado sino también la garantía de todos sus bienes y los de toda su familia para acceder a unas ayudas que deberían haber sido la salvación para muchos, pero que se convirtió en una quimera. Ayudas que, aun así, tardaron meses y meses en formalizarse. Al final, los que querían seguir y lucharon por mantener su negocio a flote y el empleo terminaron en concurso de acreedores, quiebra y perdiendo hasta su casa.
Si los planes actuales vuelven a pasar por este sistema siniestro de clientelismo y son los bancos los que deciden a quién sí y a quién no, en razón de su llamada fidelidad, se le da acceso a los fondos, ya les digo yo que el desastre se va a volver a reproducir, esta vez con más dureza porque desconocemos las consecuencias que un parón de este tipo va a tener, por carecer de antecedentes y de la experiencia aprendida. Como no estén avispados los que deciden y pongan en funcionamiento un sistema neutral y general, rápido y eficaz, para hacer llegar las ayudas, le economía va a implosionar sin remedio. Si el día que acabemos con el macabro virus no está todo preparado para hacer llegar la asistencia y el apoyo que el sistema económico y financiero va a requerir y que las empresas y autónomos van a necesitar de forma inmediata, la cosa se va a poner muy fea. Confiemos en la agilidad, la ecuanimidad y en el recto proceder de nuestros gobernantes. No perdamos la esperanza.
Suerte a todos en su confinamiento domiciliario y sigamos aplaudiendo a quien realmente se lo merece.