Maldito Misisipi
NADA ES LO QUE PARECE ·
Nina se encerró en su cuarto y escribió la canción en menos de una hora. Esta se llegaría a convertir en una especie de himno reivindicativoFue un veintiuno de marzo de 1964. Nina, majestuosa como siempre, segura de sí misma, con la tensión reflejada en su rostro, subió al escenario ... de un Carnegie Hall abarrotado de público, mayoritariamente de raza blanca. Llevaba una discreta pero elegante blusa de tirantes con rejilla, y unos pendientes que lanzaban destellos cada vez que movía la cabeza, al compás de la música. Junto a ella, ligeramente encorvada sobre el piano, seria, con gesto adusto, un contrabajo, una guitarra y una batería, que manejaban con destreza tres hombres de color.
La canción se titulaba 'Maldito Misisipi'. Es decir, 'Mississippi Goddam', en lengua inglesa. 'Goddam' es una palabra polisémica, que puede significar desde 'puta' hasta 'demonios' o 'maldita'. Detrás de esa canción, que parecía improvisada, había una larga historia que solo una mujer de su talento podía sintetizar en unos cuantos versos, con unos pocos acordes. «Todos sabéis lo del maldito Misisipi», proclamaba la intérprete en su estribillo. Los espectadores, que, al principio, consideraron como una broma aquello que escuchaban, tardaron en caer en la cuenta de a qué se refería Nina Simone, que no tenía pinta de estar de guasa.
La canción se refería al asesinato de Medgar Evers y al bombardeo de la iglesia Bautista de la calle 16. Evers, veterano de la II Guerra Mundial, fue asesinado, a la edad de treinta y siete años, el doce de junio de 1963 en Jackson. Era un conocido activista afroamericano, defensor de los Derechos Humanos. El encargado de segarle la vida fue un supremacista blanco, perteneciente al Ku Klux Klan. Su sentencia de muerte la dictó el hecho de haber pedido con insistencia el acceso de las personas de raza negra a la universidad de Misisipi. Unos meses después, en septiembre de 1963, en Birmingham (Alabama), la misma iglesia en donde poco antes había intervenido Martin Luther King, saltó por los aires a causa de una explosión producida por una bomba casera compuesta de cartuchos de dinamita. Sobra decir quiénes fueron, una vez más, sus responsables. Hubo cuatro muertos –cuatro niñas a las que Barack Obama condecoró, póstumamente, con la Medalla de Oro del Congreso, la misma que le fue concedida a José María Aznar por su cara bonita– y más de una veintena de heridos.
La noticia corrió como la pólvora en los Estados Unidos. Y Nina Simone perdió por completo los nervios e intentó conseguir un arma y liarse a tiros contra no se sabía qué personas. Su marido supo detenerla antes de que cometiera una verdadera locura. Cuenta la hija de ambos, Lisa Simone, que su padre la cogió de ambos brazos, la miró fijamente a los ojos y le dijo: «Nina, recuerda que tú eres música, haz lo que tú sabes hacer». La inspirada cantante de jazz, muy contrariada, se encerró en su cuarto, tomó papel y lápiz, y escribió la canción en menos de una hora. Tras ser interpretada por su autora, se llegaría a convertir en una especie de himno reivindicativo, tan popular y conocido que fue prohibido en muchos estados para evitar males mayores.
Nina Simone, ya en el escenario del Carnegie Hall, en aquella temprana primavera de 1964, ante un público que aún ignoraba lo que se iba a encontrar, arrastrando su voz cortante, profunda y nasalizada, tras posar sus dedos sobre las teclas del piano, inició así su canción: «Alabama me ha alterado tanto,/ Tennessee me ha hecho perder la calma...».
Hace bien poco, en un documental dedicado a su vida y a sus logros profesionales, el grandísimo e inimitable músico Quincy Jones –Q (léase Kiu) para los amigos–, que aún sigue vivito y coleando a sus 89 años de edad, manifestó, con gran pesar, que ya había cumplido los once años, cuando, allá en la ciudad que lo vio nacer, en Chicago, vio por primera vez a un blanco.
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