Niños sin móvil, una batalla que los padres tenemos que dar

Jueves, 2 de octubre 2025, 01:11

A los adultos se nos está yendo la mano con los móviles. No hace falta ningún estudio para comprobarlo; basta con entrar en un restaurante ... y ver familias enteras donde cada uno, desde el abuelo hasta el nieto de ocho años, está pegado a su pantalla. ¿De verdad queremos eso para nuestros hijos?

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El smartphone es una maravilla tecnológica, nadie lo discute. Nos facilita la vida, nos conecta con el mundo, nos entretiene. Pero también es un monstruo adictivo, diseñado para que no podamos soltarlo. Y si nosotros, con cierta madurez y experiencia, ya caemos en la trampa, ¿qué esperamos que ocurra con un niño de diez o doce años? Pues exactamente lo que está pasando, jóvenes enganchados a las redes sociales, con problemas de sueño, de autoestima, de visión, con dificultades para concentrarse y relacionarse cara a cara.

Durante años hemos comprado la idea de que el móvil era el regalo perfecto para la comunión, sin percatarnos de que se trataba de un regalo envenenado. «Así estará más seguro, así puedo localizarlo, así no se siente diferente a los demás». Excusas, porque al final la realidad es que hemos entregado un arma de distracción masiva a cerebros que todavía están en construcción. Y ahora nos sorprendemos de que no duerman, de que vivan ansiosos, de que estén expuestos al acoso digital o al porno en dos clics.

Ya está bien de mirar para otro lado. Dar un móvil a un niño pequeño no es un gesto inocente, es abrirle la puerta a un mundo que no sabe manejar. No es un juguete, no es una consola, no es una bicicleta. Es un aparato con acceso ilimitado a todo lo bueno y a todo lo malo de la red, con una capacidad brutal para generar adicción.

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La buena noticia es que cada vez más familias están diciendo «basta». Miles de padres y madres se están organizando para retrasar la entrega del primer móvil hasta los 16 años. Este movimiento ha conseguido lo que parecía imposible, darle la vuelta a la presión social. Antes el problema era que tu hijo era «el único sin móvil» de la clase. Ahora lo difícil será justificar que lo tenga antes de tiempo.

Y esto es clave, el cambio solo puede ser colectivo. Si lo intentas hacer solo, tu hijo se siente aislado y acaba suplicando que le des el dichoso aparato porque «todos los demás lo tienen». Pero si hay un pacto entre familias, si los colegios se suman, si los profesores apoyan, entonces la cosa cambia. Entonces no hay rarezas, ni marginaciones, ni chantajes emocionales. Hay un frente común que protege a los menores frente a un sistema que, de momento, se desentiende.

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¿Por qué los 16? Algunos dicen que esta edad es arbitraria. No lo es. La fijan los pediatras, los psicólogos y los expertos que llevan años advirtiendo de los riesgos. A los 16, el adolescente ya tiene más madurez cognitiva y emocional para manejar un smartphone. Antes, simplemente, no está preparado. Y no hablamos solo de salud mental, hablamos también de salud física. Miopías disparadas, trastornos de sueño, sedentarismo… Los datos están ahí y pintan un cuadro preocupante.

El problema no es la tecnología en sí, sino la edad y la forma en que se introduce. Como todo en la vida, tiene su tiempo. No dejamos que un niño conduzca un coche a los 12 años, aunque técnicamente pueda girar un volante. No le damos una copa de vino a los 10 porque «total, solo es una bebida». Pues lo mismo, el móvil es una herramienta adulta, y debe usarse como tal.

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No podemos dejar esta responsabilidad únicamente en manos de las familias. Hace falta que el Estado legisle y que las escuelas se impliquen. Algo se está moviendo, muchas comunidades ya han prohibido los móviles en Primaria y restringen su uso en la ESO. Pero todavía queda mucho por hacer. Necesitamos campañas de concienciación tan claras como las que se hicieron contra el tabaco o a favor del cinturón de seguridad.

Y las escuelas tienen que ser coherentes; no sirve de nada que en casa un niño no tenga móvil si luego en el colegio se lo piden para hacer tareas o se lo permiten en el recreo. De nada sirve que los padres se esfuercen si el sistema educativo manda el mensaje contrario.

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Este no es un debate menor. No estamos discutiendo si conviene comprar un juguete u otro. Estamos hablando de la salud física y mental de una generación entera. De si queremos criar a adolescentes capaces de relacionarse cara a cara, de aburrirse y crear, de leer, de hacer deporte… o de si preferimos adolescentes hipnotizados por una pantalla, esclavos del like y del algoritmo.

Por eso este movimiento merece apoyo. Porque está diciendo lo que muchos pensamos, pero no nos atrevemos a reconocer: que los niños no necesitan un móvil a los 10, ni a los 12, ni siquiera a los 14. Lo que necesitan es tiempo para ser niños, para jugar, para equivocarse, para aprender sin que una pantalla lo medie todo.

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Al final, esta es una batalla cultural. Se trata de decidir qué valores ponemos por delante: la comodidad de tener al niño entretenido o la convicción de proteger su desarrollo. Y sí, implica ir contracorriente, aguantar pataletas y resistir la presión del «todos lo tienen». Pero también implica ganar algo mucho más valioso, hijos más libres, más sanos y, en definitiva, más felices.

El móvil llegará, porque nadie lo discute. Pero que llegue cuando toque, no cuando el mercado lo dicte. Los padres tenemos que dar esta batalla, y darla juntos. Porque si no, dentro de unos años no podremos decir que no lo vimos venir.

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Los integrantes del Grupo de Opinión 'Los Espectadores' son:

Jesús Fontes, Javier Jiménez, José L. Garcia de las Bayonas, José Izquierdo, Blas Marsilla, Luis Molina, Palmiro Molina, Francisco Moreno, Antonio Olmo, José Ortíz, Francisco Pedrero, Antonio Sánchez y Tomás Zamora.

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