Feijóo y la esperanza. Una propuesta de país frente a la decadencia

Martes, 8 de julio 2025, 00:24

En un contexto de creciente desafección política, Alberto Núñez Feijóo ha pronunciado uno de los discursos más claros, estructurados y profundamente comprometidos con la regeneración ... institucional y moral de España. En su intervención durante el XXI Congreso Nacional del Partido Popular, el líder gallego no solo presentó su candidatura a la reelección como presidente del partido, sino que, por encima de cualquier ambición personal, ofreció un proyecto de país. Lo hizo desde la convicción serena de quien se sabe respaldado por la militancia, pero también desde la responsabilidad que asume quien aspira a gobernar para todos.

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Feijóo arrancó recordando que no está en política por vanidad ni por cálculo, sino por convicción. «Estamos aquí por España», repitió con fuerza. Y ese punto de partida lo mantuvo como hilo conductor a lo largo de un discurso en el que alternó con eficacia la denuncia de la situación actual con la presentación de una alternativa posible, sensata y ambiciosa. Porque no basta con criticar, hay que proponer. No basta con desear el cambio, hay que construirlo.

La España que describe Feijóo es una nación fatigada, desencantada, herida por el sectarismo, por la polarización, por la utilización partidista de las instituciones. En su opinión, y no le falta razón, el problema ya no es solo económico o social, sino ético. Vivimos, dijo, una crisis de valores, una profunda erosión de la confianza entre los ciudadanos y quienes los gobiernan. Y ante eso, propuso un manual de decencia, resumido en diez compromisos que bien podrían articular una hoja de ruta para una legislatura regeneradora.

El primero de ellos, y probablemente el más simbólico, es la apuesta por un proyecto nacional. «Somos el único partido que cree en España tal y como es», afirmó. Feijóo reivindica sin complejos la unidad de España, pero no desde la rigidez ni la nostalgia, sino desde una visión integradora, capaz de respetar la diversidad sin renunciar a la cohesión. No se trata de recentralizar, sino de construir una España común desde la pluralidad, sin permitir que las diferencias se utilicen como coartada para dividir.

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El segundo pilar de su propuesta es el respeto a esa diversidad real, política y territorial, desde la convicción de que el PP debe ser un partido amplio, en el que quepan sensibilidades distintas, unidas por una misma aspiración de progreso y convivencia. Lejos de la trinchera, Feijóo propone un espacio político amplio, abierto y libre, donde la discrepancia no sea vista como una amenaza, sino como una riqueza democrática.

También habló de igualdad, justicia, dignidad e interés general. Y no como eslóganes, sino como principios de gobierno. Reivindicó la necesidad de acabar con los privilegios, de garantizar que ningún gobernante pueda volver a manipular las instituciones en su beneficio, y de poner fin al «cortijo» en que se ha convertido el poder cuando se antepone el interés propio al interés general.

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En su visión, el Partido Popular debe volver a representar a la mayoría natural del país, desde la centralidad, desde la sensatez, desde la libertad. No como un partido de oposición reaccionaria, sino como una fuerza reformista con vocación de gobernar con rigor, con valores y con altura de miras. Un partido que no compite por ver quién miente mejor, sino por ver quién cumple más y sirve mejor.

Su apelación final a la libertad fue, sin duda, uno de los momentos más emotivos del discurso. Feijóo se comprometió a ser «un presidente libre», libre para anteponer a España por encima de su partido, libre para decir la verdad, aunque duela, libre para cumplir su palabra. Y lo dijo con una convicción que desarma al escepticismo: «Si hago lo que hace él, en referencia a Sánchez, echadme del partido».

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Lejos de las formas histriónicas que dominan a menudo la escena política, Feijóo se mostró como un político de fondo, de principios, de fiabilidad. No prometió milagros, sino trabajo, honestidad y un rumbo claro. Frente a la propaganda, método. Frente al ruido, serenidad. Frente a la decadencia, esperanza.

Y en un momento en que muchos ciudadanos se sienten huérfanos de referentes sólidos, esa esperanza puede ser, precisamente, el bien más valioso que un líder político puede ofrecer. Por eso, más allá de las siglas, su propuesta interpela a todos los que aún creen que la política puede y debe estar al servicio del bien común. Porque no se trata solo de ganar unas elecciones, sino, como él mismo dijo, de llegar para que gane España.

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