¿Qué busca Sánchez al celebrar el cincuentenario de la muerte de Franco?

Sábado, 11 de enero 2025, 08:00

La historia de España, tan rica en episodios luminosos como oscura en sus capítulos de confrontación, tiene en la Guerra Civil y la dictadura franquista ... uno de sus momentos más desgarradores. Sin embargo, gracias a un esfuerzo conjunto de conciliación, se logró dar un paso adelante con la Transición y la Constitución de 1978, dejando atrás rencores y divisiones. Ahora, Pedro Sánchez, con su decisión de conmemorar el cincuentenario de la muerte de Francisco Franco mediante un centenar de actos, parece decidido a resucitar fantasmas que la sociedad española había enterrado, si no olvidado, al menos superado.

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Pero es que, además, la democracia en España no puede situarse cronológicamente en 1975, con la muerte de Franco, sino que su verdadero punto de partida llega con las elecciones generales de junio de 1977, las primeras libres desde 1936, y se consolida con la aprobación de la Constitución de 1978. Fue en ese marco constitucional donde se establecieron los pilares de un sistema democrático pleno: la soberanía popular, el Estado de derecho, la separación de poderes y el reconocimiento de los derechos fundamentales. La Transición fue un proceso, que exigió un esfuerzo colectivo de reconciliación y consenso que necesitó tiempo, voluntad política y un ejercicio de madurez histórica, para superar definitivamente las cicatrices del pasado. Es por ello que, asociar el inicio de la democracia al simple hecho del fallecimiento del dictador no solo es impreciso, sino también una burda simplificación, que desvirtúa la hondura e importancia del proceso de cambio que España emprendió en esos años.

Esta celebración del cincuentenario, no solo traiciona el espíritu de la Transición, que fue un pacto de perdón (y no de olvido) entre dos Españas enfrentadas, sino que también desoye la voz de los republicanos exiliados quienes, reconociendo los errores de la República, también ansiaban recuperar la paz y democracia perdidas con la dictadura franquista.

En lugar de seguir aquel camino de madurez histórica, Sánchez parece haber optado por una estrategia divisiva, que busca resucitar las pasiones más viscerales de nuestra historia reciente. Los actos programados para este año, bajo la excusa de homenaje a la democracia y a la libertad, no son más que una maniobra para perpetuar la confrontación.

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Tras la muerte de Franco, España vivió uno de los momentos más esperanzadores de su historia reciente. La Transición no fue perfecta, pero sí un modelo de diálogo y consenso. La amnistía (esta sí, justa y razonable), la legalización de todos los partidos políticos (Carrillo jugó un papel fundamental) y la convocatoria de elecciones libres de 1977, fueron acontecimientos que marcaron el inicio de una etapa de esperanza. Estas acciones, lideradas por el Rey Juan Carlos I y personas como Adolfo Suárez, demostraron que era posible construir un futuro conjunto.

Fue en este marco donde nació la Constitución de 1978, un texto que no solo fundó el sistema democrático que hoy disfrutamos, sino que también representó un pacto entre españoles de distintas ideologías para superar el trauma de la Guerra Civil y la dictadura.

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Frente a este legado de reconciliación, Pedro Sánchez parece más interesado en un revisionismo histórico que desentierra viejas heridas. Desde que llegó al poder en 2018, ha mostrado una inclinación por políticas que exacerban las divisiones, como la exhumación de los restos de Franco en 2019. Ahora, conmemorar su muerte bajo el pretexto de celebrar la democracia, es un nuevo intento de reescribir la historia en clave populista.

La Transición, con todos sus defectos, fue un esfuerzo consciente de mirar hacia adelante. Resucitar un pasado tan doloroso, como hace Sánchez, es retroceder décadas y dinamitar los logros del consenso. Este tipo de iniciativas solo sirven para dividir a los ciudadanos y para crear un clima de crispación, algo que Sánchez parece considerar útil para mantenerse en el poder.

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Volver al discurso de las «dos Españas» es un ejercicio irresponsable y peligroso. Al hacerlo, Sánchez no solo corre el riesgo de fracturar aún más a la sociedad, sino que también da a Franco, irónicamente, una victoria póstuma. Si su figura vuelve al centro del debate político, es porque se la ha rescatado de un olvido donde debería permanecer. No se trata de negar la historia, sino de abordarla con respeto y madurez. España debe recordar su pasado para no repetirlo, pero esa memoria no puede convertirse en un arma arrojadiza.

La decisión de Pedro Sánchez de conmemorar el cincuentenario de la muerte de Franco, lejos de fortalecer la democracia, la debilita. Al dividir a los españoles y resucitar viejos fantasmas, pone en riesgo el legado de la Transición y la paz social que tanto costó alcanzar.

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La historia nos enseña que las sociedades que miran constantemente hacia atrás se condenan a repetir sus errores. España tiene demasiados desafíos en el presente y el futuro como para perderse en las batallas del pasado. Es hora de recuperar el espíritu de reconciliación y consenso que guió la Transición, y de exigir a nuestros líderes que trabajen para unirnos, no para enfrentarnos.

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