El año que está llegando
Tenemos instrumentos para evitar que nos cueste más que a los demás levantar el vuelo
Sé que tienen mala fama, pero los meteorólogos son buenos haciendo previsiones. Desde luego mejores que los economistas. En descargo de la profesión tengo que decir que el cambio de ánimo de las nubes no influye mucho en el tiempo y, sin embargo, el de las personas sí lo hace en la economía. Y ese cambio de ánimo, que nos lleva a gastar más o menos, depende de cosas tan etéreas como la confianza o la credibilidad. Es más, un mismo acontecimiento puede tener consecuencias graves o pasar inadvertido, como una chispa en el bosque a veces crea un incendio y otras se apaga sin más. Así que, mejor que dar otra previsión, trataré de repasar las dos cosas que más van a condicionar la intensidad de la recuperación económica en 2021.
La primera es la evolución de la pandemia, que en los dos últimos meses ha traído noticias de signo contrapuesto. En el lado positivo, el anuncio de vacunas que, si todo va bien, permitirán una notable normalización de la vida social y económica en algún momento del segundo semestre. Tener un horizonte más o menos claro de salida permite a las autoridades actuar con contundencia y a las empresas mantener abierta la persiana sin temor a quedar desfondados en una carrera sin meta. La vacuna limita la destrucción de tejido productivo e impulsa con más solidez la revitalización de la economía.
En el lado negativo, la pandemia sigue aquí. La segunda ola ha sido más intensa de lo esperado y existe un riesgo evidente de una tercera. No hay atajos en la lucha contra el virus. La gripe de 1918 –¿quién escarmienta en cabeza ajena?– y ahora el coronavirus lo dejan claro: las medidas de distanciamiento social tempranas y eficaces reducen la mortalidad y al tiempo son económicamente beneficiosas.
La situación ahora demanda continuidad en el apoyo a la economía porque su estado es aún frágil, pero también reajustes
Las medidas de distanciamiento seguirán siendo necesarias unos meses más, lo importante es que las administraciones públicas muestren una actitud cooperativa y transparente para minimizar los costes de salud y los económicos. Aristóteles escribió que la virtud de la polis descansa en la virtud de los ciudadanos, y sí, no siempre somos virtuosos en nuestro comportamiento preventivo, pero con mensajes y actitudes más claras y alineadas seguro que lo hacemos mejor.
El segundo aspecto tiene que ver con las medidas de apoyo económico. La orientación de las medidas de apoyo en los países europeos ha sido semejante. No se trataba de estimular la demanda, algo inviable durante los confinamientos, sino de limitar los daños permanentes y lograr que la recesión fuera tan breve como permitiera la pandemia. La situación ahora demanda continuidad en el apoyo a la economía porque su estado es aún frágil, pero también reajustes porque las circunstancias no son las de hace unos meses.
Podemos contar con la continuidad de las medidas de apoyo. El Banco Central Europeo seguirá proporcionando liquidez, la Comisión Europea no va a empujar a adoptar medidas de austeridad precipitadas y el Gobierno ha extendido moratorias, ERTE y las medidas de apoyo a los autónomos.
Lo importante ahora es reajustar y sumar medidas de apoyo. Por un lado, para impulsar los sectores con más potencial para crecer en el mundo postcovid y para dar apoyo directo a las pymes que se endeudaron mucho para salvar la pandemia pero que son viables. Por otro lado, para aprovechar muy bien los cuantiosos Fondos para la Recuperación de la Unión Europea. Lograr que contribuyan a la recuperación económica ya en 2021 sin renunciar a que las inversiones tengan sentido económico en el medio plazo. Sin desplazar inversión que el sector privado haría en cualquier caso y, además, facilitando la reorientación de nuestra economía hacia la sostenibilidad medioambiental y la digitalización.
Europa pedirá que hagamos reformas, pero eso no es un coste, a la larga es una bendición porque ayudará a avanzar con amplitud de miras en las reformas largo tiempo pospuestas. La del mercado laboral, la de las pensiones, la de la redefinición de las prioridades presupuestarias y el modo en que se financian, la del mercado interior... Tenemos un variado fondo de armario. No será fácil gestionar unos fondos tan elevados ni acordar reformas bien dirigidas, pero es una gran oportunidad.
España ha sufrido con más dureza que sus socios europeos la crisis de la Covid-19 por razones diversas. Algunas culturales, como la mayor tendencia a la socialización. Otras económicas, como el mayor peso de la pequeña empresa, financieramente más vulnerable, o el turismo, tan sensible al distanciamiento social. Y otras ligadas a la falta de reformas económicas e institucionales en los últimos cuatro o cinco años, falta que, normalmente pasa desapercibida, pero que cuando llega una situación de estrés, hace que salten las costuras. Tenemos instrumentos para evitar que también nos cueste más que a los demás levantar el vuelo. Al fin y al cabo el hombre del tiempo dice que el cielo sigue gris, pero puede que no tarde mucho en despejarse.