Y volvieron los pájaros
LA ZARABANDA ·
Al calor de unos días tibios, como las golondrinas del poetaBueno. Si, como parece, regresan es porque no todo se ha perdido. Coincidiendo con aquellos primeros confinamientos, los pájaros ocupan otra vez las calles desocupadas. ... Desde las ventanas se les veía circular a sus anchas por las aceras. Como escolares que marcharan camino del aula. La ciudad silenciosa los llevó a tomarla pacíficamente. Pero con un inconveniente. Las mesas de los bares, recogidas y amontonadas, no les proporcionaban ya alimento. Antes, los gorriones se posaban con descaro junto a los aperitivos. O buscaban, tercos, restos de comida bajo las sillas de las terrrazas. En una convivencia pacífica con los humanos.
En llegando el frío, muchos pájaros dejaron de estar. Las ciudades se quedaron sin ellos. También la huerta y el campo. Estos últimos días, comoquiera que han amanecido tibios, han regresado con su bullicio de siempre.
–Y con lo jodidas que están las cosas, ¿cómo es que viene usted con estas líricas de tres al cuarto?
Pues, hombre, yo todo esto lo digo por agradar, a ver si me comprende usted. Conviene descansar un tanto de la fatiga de esta pandemia de nunca acabar. Sin torcaces y tórtolas en lo verde, sin gorriones en lo urbano. Esas no son maneras. El personal no es que esté pendiente de qué hacen o dejan de hacer los pájaros. Pero cuando dejan de estar, lo nota. Son una compaña. Un espectáculo que no se anuncia en los prospectos. Pero, si se largan, entonces se les echa de menos. Cae uno en la cuenta de que estaban aquí, compartiendo el vivir con nosotros.
Llevamos unos pocos días en que los fríos han dado paso a horas más benignas. Y hemos detectado pajarillos en las copas de los árboles. Son en realidad convivientes nuestros. No en las casas, pero sí en el paisaje que configura el entorno común. En la concreta prolongación callejera de los bares. Es verdad que todavía no han vuelto todos. Pero ya vendrá el verano para llenarlo con sus gorjeos y trinos. Quieras que no, aunque no lo comentamos con nadie, sino solo con nosotros mismos, nos sentiremos más acompañados y, si me apura usted, algo más felices.
Y, nada, a dispensar se ha molestado a alguien.
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