Soluciones mejor que mociones
LA ZARABANDA ·
Como sería tomarnos en serio la pandemia y liquidarlaYa parece atenuado el ruido de las mociones más o menos rebuscadas, más o menos confusas, más o menos oportunistas. Gritos y susurros, en fin, ... que no pasarán con buen pie a la historia política. Murcia ha sido escenario y debut de un pifostio que ha encendido la leña seca que (en Castilla y León y Madrid) esperaba para ponerse a arder en cualquier momento. Y el incendio que provocaron los trapicheos desbordados prendió en esos lugares, a partir de las chispas murcianas. A la postre, ya solo queda ver cómo y en qué acaban los enconados comicios madrileños.
Cualquier persona sensata defiende que los tiempos no están para coñas nada marineras. La pandemia no viene afrontándose como sería deseable. Digo de manera que no se convierta en una sucesión interminable de vaivenes. Siempre que salimos de Málaga, entramos en Malagón. Así no hay forma de acabar la faena con éxito. Se han cometido más errores de los previstos, durante más de un año bailando con la más fea de las realidades.
Al principio, la debacle de muertes afectó de manera escandalosa a los ancianos, dentro y fuera de las residencias. También resultaron víctimas de inhumanos triajes o cribas, cuando los llevaban al hospital. Alguien nos contará algún día por qué sucedieron estas atrocidades. Quieras que no, todo acaba sabiéndose al final. Demasiados jóvenes, convencidos de que esto del virus no iba con ellos, optaron por saltarse la norma. Y siguen reuniéndose, digamos que libertinamente, a tomar copas y droga, en fiestorros contaminantes para los demás y denigrantes para ellos mismos.
La consecución de la vacuna apropiada ha sido un éxito de los científicos, aunque también con sus sombras. La distribución continúa siendo lenta y desesperante. Algunos fabricantes están yendo a lo suyo. Y la Unión Europea, que se encargó de adquirir los viales para sus asociados, no ha estado lo dispuesta y perspicaz que esperábamos. A estas alturas, ni siquiera han sido vacunados todos los viejos entre ochenta y noventa años. Llevamos ya a cuestas tres olas de la pandemia alcanzando picos muy altos. Y se teme que, pasada la Semana Santa, tengamos una cuarta todavía más escandalosa y dañina.
Y todo esto sin hablar del insoportable desastre económico y social.
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