Setentañeros desconcertados
LA ZARABANDA ·
Los hay de 79 (y con 'patologías previas') que aún no los han llamadoNos dijeron al principio (pero muy al principio) que, según el Evangelio, los últimos serían los primeros. A saber, empezarían vacunando a los viejos, viejísimos, ... y ya de ahí para abajo. Y más si padecían alguna enfermedad crónica. La cosa estaba clara. Y los ancianitos, como no quieren molestar, comentaron: «Hombre. Lo han hecho bien. Porque nosotros, con tantos años y mecanas, estamos vendidos».
Pero ha pasado el tiempo y esta es la vendida hora en que estamos notando fallos desconcertantes ¡justo en la vacunación de los viejos! Principalmente entre los setentones (la franja que va desde los 70 hasta los 79), tienen lugar silencios que generan zozobras y sufrimientos, cuando menos innecesarios. Y no merecidos. Ver sufrir a los ancianos porque han notado que las instancias no quieren saber nada de ellos, duele y hasta quita las ganas de vivir.
–Pero, concrete, cuál es el problema.
Pues verá usted. Hace ya un tiempo que empezaron a vacunar a estos setentones que digo. Y cuando la estadística nacional nos anunció, este lunes pasado, que ya se la habían puesto al 34 por ciento, algunos dijeron: «Pues será así, pero a mí no me han avisado».
–Un poco de paciencia, caballero –responden las instancias, si es que cogen el teléfono, que esa es otra–. Aún está pendiente el otro 66 por ciento.
Eso es verdad. Pero todavía lo es más que quienes se lamentan son personas con 79 años y patológicamente tocadas del ala. No se entiende, por lo tanto, que estos que andan en el tope superior estén sin vacunar, cuando se sabe que hay ciudadanos de 77, 76, 75 y así (algunos de ellos sin padecimiento añadido) a quienes les han pinchado ya la primera dosis. Si iban a comenzar con los de 79 (y de ahí para abajo), cómo se explica esto que decimos. Anomalías semejantes causan angustia. Y, mire usted, mejor que llevar al viejo al psiquiatra (y que se nos muera en el camino), póngasele ya el vial, joder. A ver si va a resultar que fue fácil vacunar a aquellos frescos a los que no les tocaba, pero no a quienes solo piden que les pinchen cuando lo ordene el protocolo.
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