¿Saldremos adelante? ¡Qué sabe nadie!

–Y esa preocupación, ¿a cuento de qué?

No creo que tenga que extenderme ni siquiera un minuto en explicarlo. Tenemos problemas que compartimos con el resto del planeta, tales como la pandemia y el cambio climático. Y otros que nos afectan principalmente a nosotros, aunque también incumben pero solo de pasada al resto del mundo. Son la agonía del Mar Menor, nuestra producción agrícola, el asentamiento de un turismo estable y la falta de agua propia de una zona que apenas recibe lluvia de las nubes.

Basándome en la experiencia y contemplando nuestro actual panorama, el cuerpo me pide que sea pesimista. Lo que pasa es que me resisto. Porque, si esta región nuestra no prosperase, ¿qué va a ser de ella? Es verdad que muchas veces las cosas se han puesto tan mal, que hasta el más animoso se arrugó a la hora de pronosticar el futuro. Da mucho disgusto ver, por ejemplo, cómo ayer mismo los pescadores del Mar Menor procuraban navegar entre tantos pesares. Y lo mismo sucede con casi todo lo demás.

Si echamos mano de las 'filosofías', tampoco estas ayudan demasiado. Por ejemplo, aquella que dice, basándose en el budismo tibetano...

–¡Oras! ¿El budismo tibetano, dice?

No se lo tome usted a broma. El budismo tibetano es muy sabio. Por ejemplo, he aquí una afirmación para pensársela: 'El mundo existe, pero no es real'. O este hallazgo de un sabio acreditado: 'Es propio de un enfermo mental creer que este mundo existe, y es igualmente propio de un enfermo mental creer que no existe'. ¿Qué me dice el lector? ¿Se siente mejor, después de leer lo anterior?

–Pues, hombre, un poco mejor sí parece que me siento.

A mí, como soy ya viejo, me reanima más un café bien cargado, fíjese.