La pandemia de nunca acabar
La zarabanda ·
Muchos dudan que esto vaya a terminar alguna vezMe lo pregunto yo. Y se lo preguntan muchos. Esta situación, ¿terminará alguna vez? ¿Podremos hablar en pasado de la dichosa pandemia? Una ola de ... contagios sucede a otra, sin solución de continuidad. Ahora (a pesar de haber vacunado a tanta gente) toca la quinta. ¿Cómo que no hay quinta mala? Todas son lamentables. Porque ninguna se salda sin un puñado de muertos. Y porque el sufrimiento sigue vigente, como si fuera el cuento de nunca acabar.
Es una persistencia que produce cansera acumulada. La que llaman 'inmunidad de rebaño' (que significaría un respiro importante) tarda demasiado en llegar. Damos un paso hacia delante y dos hacia atrás. O eso parece. Ahora están vacunando a los zagales, en un esfuerzo desesperado por liquidar de una vez esta penosa situación. Se da por cierto, desde luego, que habrá tercera dosis. Eso sería deseable, si trae un ambiente más limpio de virus, restricciones y mascarillas.
–¿Quién le dice a usted que no habrá sexta ola?
Nadie se atreve a decirlo, esa es la verdad. Todo es un no saber. Está claro que resolver por la tremenda el asunto (no cumpliendo las normas, movidos por un hartazgo tan improductivo como evidente) no nos traería nada bueno. Antes bien, nuevas olas de infecciones. Solo hay que fijarse en las residencias de ancianos. Están vacunados, pero se contagian. Como la pescadilla que se muerde la cola. Es verdad que muy pocos tienen que ser hospitalizados. Menos mal. También sucede que el personal que atiende a los residentes resulta afectado. Un brote aquí, otro allá. Y dicen muchos: ¿Tienen obligación de vacunarse los cuidadores? Parece ser que, en rigor, no se les puede forzar a ello. ¿O será que sí a la vista de cómo anda todo?
El verano invita a moverse. La gente quiere salir... a donde sea. Los calores y las tormentas desaforadas (debido al cambio climático, cada día más desmelenado) disparan granizo e inundan las ciudades. El personal joven insiste en divertirse a morro descubierto. No precisamente jugando al parchís, al monopoly o al dominó.
Queremos respirar sin que se nos cuele el virus en el cuerpo. Vivir la vida como antes de Wuhan. Saber de los amigos... y abrazarlos. ¡Uf!
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