Murcia capital pide aseos públicos

LA ZARABANDA ·

Los hubo en tiempos, pero olían mal incluso de lejos

Domingo, 6 de marzo 2022, 08:42

Las capitales son caprichosas. Como se sienten importantes, siempre andan reclamando a la autoridad (y obteniendo) alguna mejora extra. No ocurre igual con algunos pueblos ... de la periferia provincial. A veces tenemos la sensación de que ni siquiera existen. Hasta el punto de que hay algunos a los que solo se les nombra muy de uvas a peras.

Publicidad

Eso no significa necesariamente que las peticiones capitalinas sean baladíes. Por ejemplo, la Murcia metropolitana lleva un tiempo pidiendo retretes públicos. En el caso de las personas que padecen mal de orina, se trata de un clamor, como comprenderá el avisado lector. Para estas personas, la espera es intolerable. Se manifiestan las ganas resoplando y poniéndose a dar saltitos, como en un baile sin música.

La capital dispuso en tiempos de algunos de estos refugios donde mear y cagar. Recuerdo que una parte muy notable de mi estancia capitalina, estudiando la que llamaban carrera de Comercio, me la pasé junto a uno de estos recintos que digo. Concretamente, el que había en la plaza de Romea. Habíamos abandonado un hábitat destartalado de la calle del Trinquete, para trasladarnos por mejor al ala de poniente del coliseo, donde se habilitaron unas aulas. El olor a orines revenidos que emanaba de aquella ruinosa instalación era insoportable. Más que para nadie, para los alumnos, pues no pasábamos el tiempo esperando en la calle.

–¿Y qué esperabáis la muchachada?

Esperábamos, aunque muchas veces en vano, a los profesores. Como algunos de aquellos docentes tenían por mal hábito fumarse las clases, allí estábamos aparcados nosotros, no oliendo a jardín (tampoco a brea como en la zarzuela), sino a cacas y meados.

Publicidad

Se comentaba un sucedido que tuvo lugar en ese mingitorio/cagatorio. Fue que, mientras orinaba un conocido catedrático, su vecino le echó mano a salva sea la parte. Y como protestara el ilustre, saltó al otro: ¡Usted perdone! ¡Creía que era un amigo!'. Y el educador, indignado: '¿Un amigo? ¡Pues ni aun así!'.

Todo esto lo cuento para que, cuando la autoridad acceda a hacer de la necesidad mingitorios, ni estos huelan a diablo, ni se permita a ciertos sujetos poner la manecica en otro rabo que no sea el suyo propio.

Publicidad

¡Pos pijo!

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Prueba LA VERDAD+: Un mes gratis

Publicidad