¡Gibraltar, Gibraltar!

Borrell dice que sí, pero una May 'arbullosa' replica que leches

Jueves, 29 de noviembre 2018, 01:51

¿Pero sabe alguien de qué va este asunto? Digo personas normales y corrientes, como usted o como yo, que no somos politólogos, ni cosa parecida. Quien haya seguido mínimamente la peripecia gibraltareña (resucitada por el 'Brexit' tras largos años de silencio), me supongo que se habrá quedado a dos velas. Es decir, ignorante de lo que ha sucedido en realidad.

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Intuimos que ahora no se trata de si Gibraltar debe ser o no español, que es de lo que se ha tratado siempre. Antes bien, estaríamos hablando de una mecánica que afecta a las relaciones de Gran Bretaña con la Comunidad Europea. Recuerdo yo que, siendo zagal, el tema salía casi a diario de sus cenizas y se colocaba al frente de la actualidad patria. Era una presencia cotidiana. En la aulas, en la OJE, en la prensa y en la calle.

Hasta nos aprendimos una canción tipo himno, que rezaba: «Gibraltar, Gibraltar, / avanzada de nuestra nación. / ¡Gibraltar!, ¡Gibraltar!, / punta amada de todo español». Esta es la cosa. O era, porque, hoy en día, salvo los que viven allí al ladito -muchos de los cuales acuden al poblado a trabajar-, nadie tiene 'in mente' Gibraltar. Y menos aún, Gibraltar español.

Estoy seguro de que, a muchos jóvenes, Gibraltar les suena a chino. Tengo dudas de que, en Naturaleza del Medio o en Sociales, se estudie este tema que ahora, de pronto, incluso puede que se haya hecho, ¡je!, viral. Claro que, si no tomamos (al contrario que antiguamente) la vía de reclamar de nuevo el territorio para España, me imagino que dentro de nada todo el mundo se habrá olvidado de esta temática. Los británicos no parece que hayan cambiado ni siquiera una pizca, en su empecinamiento de quedarse con el peñasco.

La señora May -como en su día la señora Thatcher- incluso se ha llenado la boca de pompa y circunstancia para decir: «Estoy orgullosa de que Gibraltar sea británica y su estatus no va a cambiar». Más claro, whisky. A todo esto, nuestro Borrell informa: «España ha conseguido negro sobre blanco lo que pretendía conseguir». Y tendrá razón. A lo mejor, lo único que pretendíamos conseguir era armar un poco de ruido.

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