San Esteban obvia el pastel de carne

Ya sé que en la Última Cena no apareció sobre la mesa nuestro pastel de toda la vida. Pero debió de ser por olvido, porque les pilló con la confitería cerrada o porque Judas no quiso gastar ni una perra más. Pero no porque San Esteban lo rechazara, pues no estuvo allí. Me parece del todo intolerable que a San Esteban, siendo como es la representación política de los murcianos que votan, no le guste el pastel de carne.

En su día, Huermur (que permanece atenta a todo lo murcianístico que se menea) solicitó de la Administración regional, o sea San Esteban, que gestionase la declaración de Bien de Interés Cultural Inmaterial para el sin duda glorioso pastel. Y la respuesta fue que nones. Debido a ello, el asunto ha llegado a los tribunales, donde ahora mismo se dirime si va a ser que sí o va ser que no. En su día, San Esteban recibió martirio. Pero no fue por lo del pastel, pues cada cual es muy libre de comérselo o no comérselo. En eso no hay disputa. Por cierto, he sabido que a Teodoro le encanta.

–¡Pero con olivas!

Correcto. Y algo de 'jumilla' al lado.

Quizás sea eso lo que le ha movido a dimitir. El feo de San Esteban al pastel no tiene nombre. Solo recordarlo (me refiero a la redonda mercancía, desde luego) ya procura felicidad. Calentico, con el hojaldre por montera, que parece que fuesen las olas del mar. Y luego está lo que lleva dentro. ¡Vamos, quita! Lo que no acabo de entender es por qué lo llaman bien 'inmaterial' si, cuando lo contemplas, todo él es jugosa materialidad.