¿Y me dará la corriente?

Es lo primero que se le pregunta a un coche eléctrico

Martes, 27 de noviembre 2018, 01:37

Si se fijáis, esto del coche eléctrico (o 'lértrico', como recomienda el libro: 'El lenguaje del mínimo esfuerzo') está tomando un copero nunca visto. De la noche a la mañana, la autoridad corre para que dejemos de untar de humo los cielos. Pues parece que estuviésemos dispuestos a morir de contaminación, no ya por Dios, ni por la Patria, ni por la mujer amada, sino por gilipollas que somos. Pues que no de otra manera hay que calificar a una Humanidad que se empecina en arrojar el veneno de las combustiones fósiles sobre su propio tejado.

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-¿Pero usía cree en el coche eléctrico?

Sí, pero es solo porque las referencias que manejo proceden de un artista. Mi amigo Pedro Valero, pianista de excelencia, me ha enseñado su vehículo, aclarándome muchos pormenores que, por así decirlo, medio me han sacado de dudas que yo considero ancestrales. Digo esto porque, a las gentes de mi edad (de cuando el gasógeno y todo aquello), lo eléctrico nos sigue causando un respeto imponente.

En mis tiempos -que son los tiempos de cada vez menos gente, por aquello de la moribundia-, uno de los miedos más pegalosos de las personas lo provocaba 'la corriente'. Si era de 250 (la industrial), es que te acojonabas. La de 125, más liviana, alimentaba sin peligro ninguno la pera del comedor. Y una frase muy socorrida entonces fue: '¡Cuidado, no vaya y te dé la corriente!

-O la rampa.

Tan verdad es lo que cuento que, en la postguerra, cuando los teléfonos eran unos cajoncitos con manivela, antes de coger el auricular, tanto el telefoneador como el telefoneado se colocaban encima de un baleo (de pita o esparto). Estaban convencidos de que haciendo eso no sufrirían ninguna clase de electrocución. ¿Por qué? Pues porque el baleo 'hacía masa'. Y al 'hacerla', el fluido eléctrico no repercutía en el cuerpo del individuo. El temor a electrocutarse estaba más que justificado, porque todo el mundo sabía de algún paisano que, solo por tocar un cable pelado, se quedó tieso por toda la eternidad.

-Como un pajarico -decíamos nosotros.

En una palabra, hecho un tostón. Lo cual tiene muy poca gracia. Por eso hay quienes se lo piensan.

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