Un concejal de Murcia llama feo a otro
LA ZARABANDA ·
De haber ocurrido cuando Franco, la cosa habría llegado hasta El PardoCuando yo era pequeño, el periódico me encomendó la crónica ligera de los plenos municipales. La titulé: 'Desde la Pajarera'. Se ilustraba con un dibujo ... de Muñoz Barberán, donde aparecía un pajarico dentro de su jaula. La reseña seria de la sesión estaba a cargo de Eduardo Corvalán. Este amigo y compañero (bastante mayor que yo) no entendía muy bien que me tomara yo el plenario a cachondeo. Pero tampoco me lo criticaba. Él y yo (uno altivo y otro sin ley) acudíamos juntos al Ayuntamiento, realizando cada uno su trabajo en santa paz.
De aquellos plenarios no era fácil extraer algo de chispa. Había poca espontaneidad y todo estaba previsto de antemano: lo que preguntaba este y lo que respondía aquel. Alguno era más dado a la prosopopeya (incluso decía 'malhaya') y a eso me agarraba yo para sacarle punta al discurso. La mayoría no tenía ganas de polemizar, al contrario que ahora, sino de irse cuanto antes a cenar. Estaban cansados. Varios de los ediles eran comerciantes (generalmente de Platería y Trapería), personas que entonces se llamaban 'de orden'. En atención a ellos, el pleno comenzaba cuando cerraban la tienda.
Hubo una vez en que la sesión discurría por derroteros tan sosos, que tuve que trasladar a los lectores de qué color llevaban los calcetines algunos de los asistentes. Como ventaja añadida, cualquier pequeña chorrada (aunque fuese por contraste) cobraba una importancia inusitada. Las cosas han cambiado mucho. Hoy en día, como existe la oposición, muchos plenos son la bufa la gamba. Cada desencuentro se adorna con seis o siete trifulcas.
Lo que no había pasado nunca, que yo supiera, sucedió este último jueves. Un edil del PP le llamó feo a un edil del PSOE. Y, amigo mío, estas sí son palabras mayores. Es lo peor de lo peor de una municipal refriega. Tú puedes decirle al adversario casi de todo: lerdo, incompetente e ignorante. Pero lo de feo es ya pasarse tres pedanías. Por lo visto la concurrencia, escuchando aquello, se quedó de piedra. Si una cosa así llega a suceder en mi época, se hubiesen meneado los cimientos de la entera España. Y habría intervenido El Pardo.
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