Una ley de buen gobierno

Aquí en las Españas disfrutamos la tradición de decirnos a cada paso: «Eso lo arreglaría yo». Lo cual significa no solo que nos sentimos predispuestos, sino también capacitados para actuar. La mayoría añade: «Y, además, en dos 'patás'». Lo cual, quieras que no, ya mosquea un poco. Porque esa presunta rapidez en resolver los problemas en un periquete genera sospechas.

–¿Sospechas? Más vale resolver pronto que echarse a la bartola, ¿no?

Ya. Pero sin pasarse. La precipitación nunca es buena. Salvo que esa precipitación sea la misma que los hombres (y las mujeres, desde luego) del tiempo atribuyen a la lluvia. Precipitaciones atmosféricas, lo que es en Murcia, todas. Menos las torrenciales de las DANA.

Procuraré expresarlo como si se tratara del buen gobierno que debería usar el Real Murcia para ganarle a El Ejido, en el encuentro de este fin de semana. Dice el periódico que el equipo necesita «acierto arriba y mucha calma atrás». Si mueve así a sus futbolistas, podrá colarse en la repesca de la Liga Pro. Para que se vea que el buen gobierno aprovecha a nuestro fútbol, nuestra política y nuestra vida privada. «Acierto arriba y mucha calma atrás» lo veo una forma cojonuda de ir por el mundo.

Si todos los políticos guardasen debajo de la almohada la ley de buen gobierno (editada en un librito fácil de manejar) y cada noche se aprendieran un capítulo, todo iría mejor. No padeceríamos tantos disentimientos como ahora mismo. Puede que surjan demasiadas emociones al discurrir los asuntos públicos por la vía de los consensos. Pero también es verdad que nos ahorraremos muchas mociones que engrifan el ambiente y desperdician energía.

–Y diga. ¿Ha de culparse Murcia por lo que está pasando en Madrid?

Déjeme que lo piense y hablamos.