1.503 murcianos ya no están

¡Eso seguro! Los que ya se han vacunado, probeticos míos, están de fiesta, en las mismas residencias donde se infectaron quienes se han ido. Incluso les permiten asomarse al aire de la calle para que olviden tanto horror. Aunque no todos gozan una dicha suficiente. Son los que perdieron a su pareja en el intento por vivir juntos unos cuantos años más. ¿Y no podía haberse impedido esta desgracia? Pues a lo mejor sí, en unos casos, y a lo mejor no, en otros. Es lo que dirán los pandemios.

–¿Y quiénes son los pandemios?

Pandemios son los directores de la pandemia. Los menos, manejándola como es debido. Los más, haciéndola más dañina con su torpe política. Y luego están los pandemonios.

–¿Cuáles son esos?

Son los hijos del pandemonio («lugar de mucho ruido y confusión», según la Academia), donde se reúnen los idiotas en aquelarres de 'finde' (como se dice ahora) y, dentro de nada, de Semana Santa.

–Y se enfollonan, ¿no?

Pues, claro. Algunos se enfollonan, otros fuman porros y los hay que practican las dos cosas. Pero lo que sí hacen todos (como ineludible obligación) es intercambiarse entre ellos el virus que corre. Con la misma naturalidad que los zagales de la postguerra nos cambiábamos las estampas del Guerrero del Antifaz. Y ya cuando la poli los saca de debajo de los colchones y los descuelga de las antenas de la tele, se van por ahí sin la mascarilla, perjudicando a los demás con su infecto aliento.

–¿Y los famosillos que se hacen la publicidad yendo de negacionistas, como la paya esa que tiene nombre de mes lluvioso?

Esos son los gilipollas. Y, al igual que los otros que he comentado, estúpidos e irresponsables.

–¿Y los viejos que rechacen la AstraZeneca?

Esas son personas con sentido común. Todo lo contrario de ciertos politiquetes, que antes la desaconsejaban y ahora intentan metérnosla.