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¿A cuánto está el kilo de bulos?

La respuesta búsquela usted en su propio sistema de valores

Sábado, 20 de junio 2020, 00:50

Las teorías de la conspiración están más activas que nunca: microchips controladores, vacunas mortíferas, virus creados para el exterminio masivo... La mayoría de ellas son un poco 'viejunas' pues reflejan los miedos y temores de los que se ha hecho eco la literatura distópica durante casi el último siglo, propuestas de ficción en las que se representa al ser humano controlado por el desarrollo tecno-científico. Los bulos, en cuya difusión llegan incluso a colaborar personajes públicos de dudosa talla intelectual, apuntan que moriremos en una 'matrix' en blanco y negro, algo parecido a lo que sucede en esta magnífica película que protagonizaron Keanu Reeves y Carrie-Anne Moss a finales de los 90. Estos embustes resultan del todo inverosímiles, pero tienen recorrido en la opinión pública y los usuarios los comparten en redes sociales sin rubor alguno.

Los (pseudo)argumentos tienen una base común: el cuestionamiento del progreso y el consiguiente miedo al cambio que procede de los avances científicos y tecnológicos (ojo que estos suelen ir de la mano de los sociales), por los que se apuesta poco y mal en España. Esta circunstancia nos viene de lejos, recordemos que nuestra historia moderna ha estado marcada por la cerrazón del pensamiento conservador a todo aquello que oliera a 'nuevo' y, aún más, procediera 'de fuera', empezando por el recorrido incierto que tuvieron la Ilustración y la revolución industrial; pasando por una dictadura franquista que nos sumió en el subdesarrollo científico; y terminando por la escasa inversión que en investigación han realizado los gobiernos democráticos españoles, cuya media sigue lejos de la de la UE. Sinceramente, vista la mediocridad y el cortoplacismo de nuestras élites políticas, no creo que de repente se produzca el milagro de la apuesta en serio por la innovación y el desarrollo. Supongo que tampoco ayuda el consiguiente desinterés que todo esto genera entre parte de la ciudadanía, aquella que como mucho se acuerda de Santa Bárbara cuando truena.

Pero volviendo a las teorías conspiranoicas, sería muy ingenuo pensar que los bulos son potentes máquinas de manipulación que manejan a su antojo a los usuarios; hace tiempo que sabemos que el impacto de los mensajes no se produce de esa manera. Más bien, habría que señalar que quien redifunde un bulo, en ocasiones a sabiendas de que es mentira, lo hace porque refuerza creencias poco confesables y prejuicios previos (y no tanto por el efecto todopoderoso de la información falsa). Así que hoy podríamos empezar a preguntar en el mercado digital aquello de: '¿A cuánto está el kilo de bulos?'. La respuesta búsquela usted en su propio sistema de valores.

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