Se llama Kamala Harris y tiene una sonrisa espectacular. Será la próxima vicepresidenta de los Estados Unidos. De madre india tamil y padre jamaicano, en 2016 se convirtió en la segunda mujer afroamericana y la primera surasiática americana en servir en el Senado americano
Kamala apareció de blanco en el primer discurso tras su victoria. El blanco es su color fetiche. El blanco es el uniforme del feminismo. Blanco, dorado y púrpura eran los colores de la bandera sufragista en 1913. El feminismo como reivindicación presente en esa primera entrada fue todo un símbolo y un ejemplo para esas mujeres que llegan al poder y se olvidaron de las que lucharon antes que ellas y esgrimen artes alejadas de ese liderazgo de nuevo cuño, transversal y no vertical. Ese liderazgo que tanto incomoda al viejo orden que aún ejercen muchas féminas, independientemente de su ideología. Entiendo que cambiar patrones es complicado: si toda tu vida obedeciste y te mandaron, ahora que mandas solo toleras la obediencia y no el diálogo. Triste.
En su primer discurso, Kamala vestía de Carolina Herrera, una diseñadora icónica y latina. Los latinos son la minoría más importante de los USA. Pero es que, además, la firma, que pertenece a la compañía española Puig, está dirigida desde 2018 por Wes Gordon originario de Atlanta, blanco y gay.
Nada es inocente en política, bien lo saben los asesores de imagen. No se da puntada sin hilo, pero qué diferente esta escenografía de otras presenciadas en los últimos meses con motivo de la pandemia, o la ridícula puesta en escena de los presupuestos. El equilibrio es la clave. Ni tratar a un libro como al Santo Grial, ni llenar un escenario de banderas como si fuera un mercadillo. Me pregunto: ¿A los asesores nadie les asesora? ¿O están acostumbrados a obedecer, aunque sepan que sus señoritos se equivocan?
En fin, que yo quiero hablar de Kamala y sus trajes chaqueta blancos con deportivas. De la impecabilidad de la puesta en escena de los americanos en las que nada chirría, salvo Trump todos estos años.
Kamala es la esperanza para muchas mujeres que quieren ver a una, incluso, presidenta en ejercicio, dada la avanzada edad de Jon Biden. Recordemos que el presidente electo cuenta con 76 años. ¿Y por qué no?
Me encantan las políticas maduras como ella, que va ya por la década de los sesenta. Me encanta que no se arrincone a los seniors y que Joe Biden, con sus 76, vaya a ser presidente ¿Y por qué no? En nuestro país, la arrolladora y dictadora juventud (política) ya lo habrían mandado a su casa a jugar al golf o a dar paseítos por Florida. Pero no, lo veremos -espero- desfilar ante sus ciudadanos.
Soy una ingenua, lo sé. Creo en el valor del esfuerzo y en la recompensa del que cuenta con todos los méritos y trabaja sin rendirse. En el país de los enchufados y 'los hijos de»', sí, todavía creo en eso. Quizá debiéramos aprender algo de la igualdad de oportunidades que representa Kamala Harris o Joe Biden.