Juego de niños
El Estado y las comunidades autónomas están para resolver problemas y no para crear conflictos. Y estamos hasta el gorro de discursos malintencionados
Como la política parece ser un juego de niños, en el que mezclan el escondite con la gallinita ciega, o la rayuela con las carreras de sacos, o el de tirar de la cuerda con el juego del hilo, yo les propongo un juego. Entiendo perfectamente que los tiempos no están para juegos, con un virus mortal que arrasa vidas, familias, negocios, empleos, estabilidad y bienestar, pero como la coalición gubernamental está empeñada en que entremos en su infantilidad no seré yo quien le lleve la contraria, no sea que me multen por ser poco patriota. Además, jugar se les da bien, aunque cambien el juego a capricho cuando van perdiendo, pero los niños son así. Vamos dejando atrás el estado de alarma sanitario, nos vamos adentrando en el estado de alarma económico y se acerca el estado de alarma social pero ellos prefieren jugar a pídola o a churro, mediamanga, mangotero. El poder es lo que tiene, es capaz de explicar de forma inteligente la mayor tontuna, porque al pueblo hay que exponérselo bien clarito y sencillo para que no interprete la verdad. Hay que decir lo que se debe decir sin decir lo que no se debe decir para decir lo que decir y luego desdecirse. Un acertijo que solo resuelven los niños.
El juego que les propongo es el siguiente: según las teorías sobre psicología infantil, sobre todo las de Freud, el desarrollo de los niños pasa por distintas fases. La primera es la fase oral, seguida de la fase anal, a continuación la fase fálica, sigue con la fase de latencia y termina en la fase genital. Creo que cada una de las fases se explica por sí misma, el pueblo es mayor de edad, y no hace falta extenderse en aclaraciones, sobre todo teniendo en cuenta que la información psicológica que recibimos diariamente en los medios de comunicación es amplia. Y el juego consiste en identificar, empezando por el Gobierno, a los líderes políticos y relacionarlos con las distintas fases expuestas. Ya les digo que el juego es divertido y se puede hacer en familia; con los cuñados/as, la suegra/o, los hijos/as, los sobrinos/as y los invitados/as y con toda la variedad ideológica que una familia actual, moderna y sofisticada atesora en esta España tan perspicaz e ingeniosa.
Los resultados deberíamos mandarlos al CIS para que los incluya en su próxima encuesta y vean el grado de satisfacción y de identificación de los españoles con sus representantes políticos, de manera que tengamos una clara representación gráfica de nuestro mapa legislativo. Yo ya he realizado el juego en casa y lo hemos pasado fenomenal en estos días de confraternidad forzada y un tanto empalagosa. Los resultados no puedo comentárselos por no influir en el desarrollo de sus niños preferidos.
En fin, tanto camelo, tanta idea peregrina, tanta idiotez, tanta violencia innecesaria, solo nos conducen al hastío. Provocar enfrentamientos gratuitos: ricos contra pobres, mujeres contra hombres, izquierdas contra derechas, nacionalistas contra españolistas, república contra monarquía, empresarios contra trabajadores..., en plena crisis es una agresión inútil a la inteligencia de los españoles. Es lamentable tener que intentar interpretar la política, sus efectos y sus pretensiones desde el único punto de vista de la estrategia porque vamos a concluir con que no tenemos ni idea de cuál es el propósito final. Cuando, encima, el brazo armado de la estrategia es la propaganda, que trata de convertir en una necesidad real las fantasías de un iluminado, de un partido o de una opción ideológica, entonces estamos ante el intento de manejo sociológico de un pueblo aburrido y harto. Ya sé que la verdad es una quimera pero intentar confundirla con la manipulación es una simpleza para afiliados, fanáticos, partidarios y sectarios. Gobernar un país de unos contra otros como pretenden los radicales populistas de izquierdas y de derechas, mientras los partidos tradicionales se enredan en el reparto del poder, solo puede tener como consecuencia la ruina.
Siempre son necesarias las reformas porque un país no puede quedar varado en la indolencia mientras observa su insignificancia y conviene reconstruir un país equilibrado, ecuánime y respetuoso con todos. Ahora bien, pretender reformas en contra de algunos o en beneficio de otros se aleja de las prácticas del buen gobierno. El Estado y las comunidades autónomas están para resolver problemas y no para crear conflictos. Y estamos hasta el gorro de discursos malintencionados de telepredicadores picaros y ladinos.
Hay que madurar y ser serios, señores políticos, y trabajar para el bien común. Y si quieren jugar, háganlo en su chalet o en su finca o en su palacio pero no nos jodan la casa del pueblo.