Reflexiones sobre la inmigración
Alrededor de un 30% de la población de Torre Pacheco es inmigrante, o hijos de inmigrantes. Lo ocurrido estos últimos días en ese municipio del ... Campo de Cartagena podría suceder en cualquier otra localidad de España de similares características demográficas. Y algo parecido ya ha ocurrido en los barrios periféricos de París, o en Alemania, o en Italia, o en Países Bajos... En el fondo, no son más que las consecuencias de las dificultades de convivencia entre personas de distintas culturas y diferentes posiciones sociales y económicas. La acción política de la Unión Europea presenta dos lagunas muy notorias. Una de ellas es la de nuestra relación con el Israel de Netanyahu. La otra, precisamente, la inmigración. Los europeos no hemos sido capaces, hasta ahora, de diseñar una estrategia política en relación al hecho migratorio que sea efectiva, pero que, al mismo tiempo, respete los valores humanistas y democráticos que cimentan la construcción de la unidad europea.
El asunto de la inmigración es políticamente muy complejo. Y exigiría unas profundas reflexiones que evitaran proponer a los europeos soluciones simplistas y más o menos demagógicas. En ningún asunto como en éste, de tanta trascendencia humana, se aprecia la necesidad de que los políticos desarrollen una función pedagógica, configuradora de la realidad social, en lugar de plegarse a las pulsiones momentáneas que se aprecian en las encuestas.
Pero, se me dirá: ¿sobre qué reflexionamos? La inmigración presenta muchos aspectos dignos de ser meditados y debatidos públicamente. Sin ánimo exhaustivo, podemos destacar algunos de ellos:
1.- La inmigración es una realidad reiterada a lo largo de la Historia, y sociológicamente casi inevitable. Si hay pueblos que viven en la más absoluta pobreza, y los seres humanos que integran esos pueblos llegan a conocer que hay otros sitios en donde la gente no pasa hambre, en donde hay una sanidad pública garantizada, y en donde los hijos pueden educarse y llegar a adquirir una formación que les permita alcanzar un nivel de vida satisfactorio, es inevitable que la gente de esos pueblos pobres trate de llegar y de asentarse en esos países ricos. Y para ello están dispuestos a asumir muchos riesgos, incluso a jugarse su propia vida, la de sus mujeres y la de sus hijos menores en peligrosas travesías en pateras o cayucos. Estos movimientos demográficos son naturales. Han existido en el pasado y seguirán existiendo en el futuro. Sólo pueden atenuarse si los países ricos decidiesen invertir y crear puestos de trabajo en los países pobres. O, simplemente, si decidiesen ayudarlos a salir de la miseria y la ignorancia.
2.-Actualmente, para Europa, la inmigración es una necesidad imperiosa. Precisamos mano de obra extranjera para cubrir muchos puestos de trabajo que no quieren o no pueden ocupar los europeos. Esta necesidad da lugar a una inmigración de temporada, pero también a una inmigración fija. Y, sobre todo, origina una inmigración regulada y otra no regulada o irregular. Se debe aspirar a que toda la inmigración sea regulada, es decir, que todo el que venga a Europa lo haga con un contrato de trabajo. Pero siempre habrá también una inmigración irregular, que venga a Europa sin papeles, pero que espera con el tiempo encontrar un trabajo y regularizar su situación. En mi opinión, sobre esta inmigración irregular, de nada sirven las soluciones globales y generales. Solo caben soluciones concretas e individualizadas. En unos casos, será posible la regularización, y, en otros, lo aconsejable será la deportación. Todo dependerá de la valoración de muchas circunstancias concurrentes, como el arraigo, la situación familiar, o el modo de vida.
3.- Y, además de una realidad y una necesidad, la inmigración en algunos casos genera problemas de convivencia. Hay gente que viene a Europa y se adapta. No renuncia a su identidad, pero se integran con naturalidad en la sociedad en que viven. Pero hay otros inmigrantes que no se integran, que pretenden conservar en Europa las normas y costumbres de su país de origen. Y de este modo se enquistan, pero no se integran en la sociedad de acogida.
Varios países europeos están adoptando medidas para facilitar la integración de los inmigrantes mediante la asimilación de la cultura del país de acogida. En Francia, por ejemplo, se les exige que asuman los principios republicanos. Estas medidas, ciertamente, no están demostrando mucha eficacia, pero hay que perseverar en ellas. Porque esta falta de integración puede ser origen de muchos conflictos sociales, en los que algunos radicales irresponsables aprovechan para introducir también ingredientes culturales, religiosos y étnicos. Los europeos, durante muchas generaciones, vamos a estar inmersos en el proyecto histórico de construir la Unión Europea. Y los valores políticos en que se fundamenta este proyecto son la moderación y el respeto a los derechos y libertades de todos los seres humanos. Ningún radicalismo, y ningún problema, debería apartarnos de nuestros principios. Intentemos integrar a todos los inmigrantes en los valores europeos. Pero, mientras tanto, fomentemos la tolerancia. Porque estamos hablando de seres humanos; y todos ellos, vengan de donde vengan, deben ser iguales en dignidad, derechos y libertades.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión